Mons. Julián Barrio Queridos diocesanos:
Con este lema “Misioneros de la misericordia”, la Iglesia nos llama en la Jornada Misionera Mundial a recordar nuestro compromiso misionero, sabedores de que, como dice el Papa, “los misioneros son los que en la Iglesia “en salida”, saben adelantarse sin miedo e ir al encuentro de todos para mostrar a Dios cercano, providente y santo. Con su vida de entrega al Señor, sirviendo a los hombres y anunciándoles la alegría del perdón, revelan el misterio del amor divino en plenitud. La pasión del misionero es el Evangelio que es fuente de alegría, liberación y de salvación para todos los hombres. La Iglesia es consciente de este don, por tanto, no se cansa de proclamarlo. La misión de los servidores de la Palabra –obispos, religiosos y laicos- es la de poner a todos, sin excepción, en una relación personal con Cristo”.
Esta llamada adquiere especial relevancia cuando estamos celebrando el Año de la Vida Consagrada para la que la dimensión misionera es una dimensión intrínseca que no puede ser descuidada sin que deje un vacío que desfigure el carisma; cuando recordamos el quincuagésimo aniversario de la publicación del decreto conciliar Ad Gentes que suscitó un gran impulso misionero en los institutos de vida consagrada, promoviendo la presencia de los fieles laicos al servicio de la misión, subrayando que “los laicos cooperan a la obra de la evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a la vez como testigos y como instrumentos vivos” (Ad Gentes, 41); y cuando nos disponemos a celebrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
En esta sociedad nuestra dolorida por tanto sufrimiento humano y espiritual no podemos olvidar que la misericordia y la verdad están íntimamente unidas. Esta es nuestra misión: ser misioneros de la misericordia. Para muchas personas, “el único consuelo que les queda radica en saber que Dios es clemente y misericordioso. Esperan que al final Dios saque a la luz y ponga fin a todo el terrible entramado de destino, culpa, injusticia y mentira y que él, que se asoma a la escondida profundidad del corazón humano y conoce sus ocultas emociones, sea un juez clemente”.
En esta clave hemos de interpretar la vocación misionera, intensificando nuestra oración para que el Señor suscite muchas y fieles vocaciones para la misión así como una colaboración con las necesidades pastorales de la Iglesia universal, absolutamente necesaria. Es esperanzador el número de misioneros y misioneras españoles, casi trece mil. “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: Tu Dios reina” (Is 52,7). Es esperanzador también comprobar el incremento notable de la cooperación económica con las misiones. La obra misionera nos atañe a todos.
Nuestro agradecimiento a todos los misioneros y misioneras y a todas las personas que les acompañan en el compromiso de anunciar el Evangelio, asegurándoles nuestra oración, ayudando económicamente según nuestras posibilidades y apoyando las vocaciones misioneras. Es siempre hermoso salir al encuentro de los demás para anunciar a Cristo.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela