Mons. Antonio Algora No se si me convence del todo el lema de este año para la campaña del Domund 2015 que es: «Misioneros de la Misericordia», pues de alguna manera se puede entender que nuestros misioneros lo son de algo que les es externo, como quien tiene un oficio en el que ha tenido la suerte de encontrar un trabajo digno. Para entender plenamente el sentido de la expresión «Misioneros de la Misericordia» hay que escuchar al papa Francisco cuando no se cansa de repetir lo que nos dice la Palabra de Dios: «Sed misericordiosos como vuestro Padre Dios es misericordioso».
Y esta es la idea fuerza que es en la que quiero reclamar vuestra atención. La vida de un misionero es en sí misma misericordia y, por esta razón, nuestros misioneros y nosotros, todos, estamos capacitados para ser «Misioneros de la Misericordia». Así del ser se pasará con toda normalidad al hacer de la Iglesia en la realización de las catorce «Obras de Misericordia» como resumen en donde quiero pensar que se incluyen todas las múltiples y variadas actividades de la Iglesia, pues toda Ella es misionera.
Si el Bautismo nos hace sacerdotes, profetas y reyes, la misión recibida de Dios como especial vocación ad gentes: nuestros misioneros muy especialmente participan también del señorío de Jesucristo que consiste en el servicio, el abajamiento y la humillación en favor de quien se debate en los enredos de la opresión, la injusticia, la exclusión… pues si estas son las miserias que somos capaces de crear los humanos, efectivamente, son, por tanto, ámbitos que necesitan del corazón de Cristo que quiere estar en esas miserias para redimirlas. Así el misionero, en nombre de toda la Iglesia, es portador de la Buena Noticia, es decir, del Evangelio. Por eso evangelizar no es en sí mismo indoctrinar sino testimoniar dando a conocer, naturalmente, a Jesucristo que, resucitado, vive en el misionero.
Hacer presente al Señor Jesús en nuestras vidas es la gran llamada que hemos de sentir el día del Domund todos nosotros. Los misioneros, esos paisanos nuestros que lo han dejado todo, su casa, su familia, sus intereses, están cumpliendo el mandato del Señor: «Id al mundo entero» y, a la vez, nos están haciendo el grandísimo servicio de hacernos desprendidos para ayudarles económicamente, y, esto es más importante, despertar en nosotros el ser misericordia para nuestra gente de allí y de aquí.
Si volvemos al título «Misioneros de la Misericordia» ahora ya es para comprender que toda la Iglesia, la que está presente en las periferias de la Misión y la que nos toca acompañar a estos países de vieja cristiandad, está llamada a ser misericordia. Ayudamos a las misiones de nuestros paisanos, atendemos a los emigrantes necesitados y a los empobrecidos a causa de la falta de un empleo digno, ahora hemos de estar listos para dar una respuesta a los refugiados cuando, pasados estos primeros momentos de oleada masiva, sean vecinos de nuestros barrios abandonados a su suerte… y todo lo podemos llevar adelante porque el amor que Dios nos tiene perdonando nuestros pecados, ha echado raíces en nosotros y hemos aprendido así a amar con ese mismo amor a quienes han sido perjudicados también por los pecados de esta sociedad global que organiza los desastres del hambre y la guerra. ¡Felicidades! a todos vosotros misioneros de allá y de acá por esta fiesta que es el Domund y que la Iglesia diocesana puede vivir con toda alegría y sano orgullo.
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real