Mons. Jaume Pujol El próximo martes se cumplirán dos años de un acontecimiento que reunió a miles de personas en Tarragona: en coincidencia con el Año de la Fe, proclamado por Benedicto XVI, el 13 de octubre de 2013 fueron beatificados 522 mártires del siglo XX.
La persecución contra los cristianos a lo largo de la historia se inició en los primeros años de la Iglesia y continúa hoy con renovado vigor. En los noticiarios vemos con horror cómo se da muerte a cristianos por el simple hecho de serlo y cómo se destruyen templos y monumentos antiguos para hacer olvidar a las futuras generaciones que alguna vez existieron.
También en España, y particularmente en Catalunya, en los años treinta del siglo pasado se produjo una cruenta persecución religiosa con la muerte de miles de sacerdotes y religiosos y la destrucción de iglesias e imágenes, con la voluntad de hacer tabla rasa de la religiosidad del pueblo.
Cuando hace dos años leíamos con emoción las breves biografías de nuestros mártires, ellas mismas nos mostraban bien su perfil: personas sencillas, jóvenes idealistas la mayoría, y otras, sacerdotes generosos que habían servido largo tiempo en pequeños pueblos, o religiosos entregados a la oración y al servicio de la educación o la caridad. La gente sabía dónde podía encontrarles para cualquier momento importante de sus vidas: el nacimiento, el matrimonio, la muerte. Y en las eucaristías diarias y dominicales. O en la calle, o en el bar del pueblo.
Me conmovió conocer a los familiares de algunos de los mártires. Durante muchas décadas guardaron vivo recuerdo de ellos y se contaron de padres a hijos lo sucedido poniendo énfasis en su bondad y su capacidad de perdón. Con frecuencia una fotografía colgada en la pared o enmarcada sobre un mueble mantenía la imagen de aquellas personas a las que un espiral de violencia llevó a convertirse en víctimas. Sin duda la familia le reza, invocando su protección. Y esto es lo que también podemos hacer nosotros, con los mártires que han paseado por las mismas calles y plazas y que han frecuentado nuestras mismas parroquias.
Que ellos nos ayuden en nuestras tareas diarias para que sepamos amar de verdad, ser serviciales y perdonar cuando sea necesario. Y que al pensar en ellos, recemos también por los mártires de hoy en países donde el simple hecho de ir a misa o leer el Evangelio supone un peligro de muerte.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado