Mons. Agustí Cortés Hacíamos alusión a la postura de un ideólogo de la enseñanza denominada “laica”, que excluía del currículum de la enseñanza básica la presencia de la asignatura de religión. Su cultura le hacía ser respetuoso con el hecho religioso. Un discípulo suyo decía en su panegírico que trataba el problema “desde la racionalidad, el diálogo, la actitud respetuosa y benevolente hacia las concepciones religiosas de los demás”. Esta postura es muy de agradecer.
Pero hemos de aclarar que los católicos no queremos exactamente que nos traten con “respeto y benevolencia”, como si nos perdonaran la vida, como si estuvieran dispuestos a soportar nuestra “ignorancia” o nuestra superstición. Lo que queremos es que se nos reconozca el derecho a incluir en el proceso educativo de nuestros hijos, que se realiza en la escuela, el conocimiento de la cultura cristiana. Es un derecho que tienen los padres y que es primario, es decir, anterior a cualquier otro, como el del Estado, del ministerio, de la consejería, del claustro de profesores, del tutor o del político de turno. Todas estas instancias intervienen por encargo de los padres, que son los últimos responsables de la educación de sus hijos.
Y nos apresuramos a aclarar, una vez más, nuestra postura:
– Deseamos que nuestros hijos “conozcan” la cultura cristiana dentro del conjunto de enseñanzas que reciben en la escuela. Tratándose de la escuela pública, no pedimos que “vivan” necesariamente la fe, lo cual corresponde propiamente a otros espacios (como la catequesis u otros espacios educativos cristianos, que se dan también en las escuelas confesionales católicas).
– Aspiramos a que nuestros hijos sepan lo que nos enseñó Jesucristo de una manera inteligente, seria y científica. Por dos motivos: porque así es como se ha de enseñar en la escuela y porque la fe, la verdad que creemos los cristianos, puede y debe ser también pensada.
– Pedimos que sea en la escuela porque ella es un lugar importantísimo donde se transmite la cultura, donde, según expresión más técnica, nuestros hijos “se socializan”. La escuela, aunque no lo diga expresamente, siempre transmite una concepción de vida y de mundo: es lo que llamamos “cosmovisión”. Lo que queremos es que nuestros hijos integren, dentro de lo que asimilan en la escuela, la idea cristiana de vida, mundo, persona, sociedad, convivencia, familia, dinero, etc.
Hemos sufrido muchas veces la distancia entre la cultura y la fe, la escuela y la espadaña. El resultado ha sido siempre nefasto para la fe, y creemos que también para la cultura. La fe ha quedado como una especie de devoción de una minoría inculta e ignorante, y la cultura se ha visto privada de respuestas a las grandes preguntas de la vida, determinantes de una plena realización humana.
Responsables hemos podido ser todos, de dentro y de fuera de la Iglesia. Al tiempo que asumimos nuestra tarea, pedimos que nos dejen realizarla, amparados por el derecho de los padres, que, al menos hasta ahora, reconoce la ley.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat