Mons. Eusebio Hernández Queridos hermanos y amigos:
Las lecturas de este domingo nos hablan de la prudencia y de la sabiduría (Sabiduría 7, 7-11), también de la palabra de Dios que es viva y eficaz (Hebreos 4, 12-13) y, finalmente el Evangelio (Marcos 10, 17-30) nos invita a dejar todo para seguir a Jesús.
Podemos decir que las tres lecturas de hoy mantienen una misma línea: el creyente es aquel que ha encontrado la sabiduría y la prudencia; ha descubierto la riqueza de la palabra de Dios que es viva y eficaz y ha decidido seguir con confianza y alegría a Jesús.
Cuando hablamos de sabiduría, de prudencia y de la palabra, no nos referimos a unas “ideas” o a una serie de principios intelectuales y morales. Para los cristianos todo esto tiene un “rostro” y este rostro es el mismo Cristo.
El cristiano es el que vive inmerso en la “sabiduría” de Dios que Jesús proclama en el Evangelio y nos ofrece como un tesoro; por ello el que abre su vida a esta sabiduría la prefiere a todas las cosas de este mundo, así como nos dice la primera lectura, el que la encuentra descubre que no es equiparable a la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro, por ello cuando se encuentra se prefiere a la salud y a la belleza, y se convierte en luz que guía y conduce la vida.
Esto es lo que nos presenta el Evangelio de hoy, el hombre que se acerca a Jesús deseando heredar la vida eterna. Un hombre que “cumple” los mandamientos y, por lo tanto, lleva una vida ordenada pero, sin embargo, su corazón está en las riquezas de este mundo y esto le impide seguir a Jesús.
Ser rico, no es sólo tener muchas riquezas y propiedades, ser rico es también poner nuestro corazón en nuestra “pequeñas cosas”, sean éstas materiales, ideas o egoísmos. Por ello hoy la liturgia de este domingo nos invita a recibir la sabiduría que viene de Dios y descubrir que ella es nuestra única riqueza y lo que va a dar el sentido más pleno a nuestra existencia.
Conclusión del Año Jubilar del Pilar
Mañana día 12 de octubre, celebramos la solemnidad de nuestra patrona La Virgen del Pilar, advocación mariana que todos llevamos en el corazón. Un día que tiene un significado muy especial para nuestra tierra de Aragón.
Con esta solemnidad de mañana se clausurará el Año Jubilar que hemos celebrado con motivo del 1975 aniversario de la venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza; hasta su Basílica hemos peregrinado este año todas las diócesis de Aragón y a Ella hemos presentado nuestras inquietudes y necesidades, le pedimos que siga ayudando a nuestras comunidades cristianas en el camino de la fe.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona
11 de octubre de 2015