Mons. Jaume Pujol Santa Teresa de Lisieux no hizo propiamente turismo, porque su viaje a Roma en tren en compañía de su padre tenía un objetivo muy determinado: lograr del Papa autorización para profesar como religiosa a pesar de no tener la edad. Pero ello no le impidió ver los bellos paisajes que recorría en tren.
Escribió: «Tuvimos la oportunidad de contemplar muchas maravillas. Primero, Suiza con sus montañas cuyas cumbres se pierden en las nubes, sus graciosas cascadas, sus valles profundos (…). No tenía bastantes ojos para mirar. De pie, junto a la puerta del vagón, casi perdía la respiración. Hubiera querido estar a ambos lados del vagón, pues cuando me volvía al otro lado, veía paisajes encantadores y enteramente diferentes a los que tenía por delante.»
Podemos imaginarnos aquella niña corriendo de un lado a otro para no perderse nada de la belleza del mundo creado por Dios. Ella, cuyo deseo era encerrarse de por vida entre los muros de un convento, no desdeñaba disfrutar de la vista que se ofrecía a sus ojos y maravillarse.
El papa Francisco llama a los turistas a acercarse a la naturaleza con esta «apertura al estupor y a la maravilla.» No hemos de perder la capacidad de sorprendernos. La necesitamos para disfrutar de una excursión igual que para visitar un museo.
Escribo estas consideraciones en vísperas de la Jornada Mundial del Turismo, que se celebra el 27 de septiembre, un día en que los catalanes estamos llamados a las urnas, por lo tanto a ejercer un derecho cívico que debe ser a la vez libre y responsable.
Esta libertad y responsabilidad la hemos de ejercer también en el turismo. En la Encíclica «Laudato si», el Papa observa que los turistas pueden promover la conservación, o paradójicamente la destrucción, de las riquezas naturales o culturales.
El lema de esta jornada en 2015 es «Mil millones de turistas, mil millones de oportunidades.» Lo de mil millones viene porque en 2012 se consideró que se había alcanzado esta cifra contando todos los desplazamientos. Aunque sea difícil buscarle exactitud, todos tenemos experiencia –en las tierras de Tarragona tenemos un ejemplo- de que el turismo es un fenómeno global. Las oportunidades son acoger, hermanar, disfrutar con los viajeros de las atracciones que ofrecen las grandes ciudades o los pequeños pueblos. Y hacerlo dando gracias a Dios autor de toda belleza.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado