Mons. Francesc Pardo i Artigas El pasado 26 de julio celebramos la fiesta de san Joaquín y santa Ana, padres de María y abuelos de Jesús. Pocos días antes había regresado de Tierra Santa donde había acompañado la peregrinación de nuestra Delegación de Juventud. En la iglesia de Santa Ana, en Jerusalén, recordé a los abuelos, oré y me dije que a mi llegada les dedicaría una reflexión o carta semanal. Ahora, pues, cumplo el compromiso, y lo hago al inicio del curso escolar y del retorno a la actividad normal.
Abuelos: os doy gracias por vuestra misión, os animo y os pido que no dimitáis de vuestra responsabilidad. Por ello me permito comentar algunos hechos a título de inventario.
– Primera visita a la iglesia parroquial de las niñas y niños de primer curso de catequesis. Explicación de los diversos elementos: altar, baptisterio, sagrario… y comentario sobre las imágenes de santos y santas. Algunos me dicen: “Padre, estas figuras, aunque más pequeñas, la abuela nos las ha enseñado porque las tiene en su habitación, sobre una cajonera. Nos hace rezar, y cuando nos quedamos a dormir nos enseña oraciones como la del “Ángel de la guarda” y otras”.
– Una tarde, un niño, acompañado de unos amigos que habían iniciado la catequesis, llama a la casa parroquial y me dice: “Padre, mis padres no quieren que haga la primera comunión. Que ya me harán una fiesta en un restaurante… pero yo quiero hacer la primera comunión”. Le pregunté quiénes eran sus padrinos de bautismo, y me dijo que sus abuelos. Le recomendé que hablase con su abuelo, y éste, al cabo de unos días, me visitó. Era consciente que, como padrino, había de procurar que su nieto fuese a la catequesis y celebrase la primera comunión. Se sentía responsable en su calidad de padrino de bautismo, y dado que los padres estaban desconcertados por cuestiones personales, él asumiría su responsabilidad. Habló con los padres, tomó la responsabilidad de llevar a su nieto a la catequesis, y el niño hizo la primera comunión. A su hijo, el padre del niño, le dijo: “Si lo bautizaste, ahora has de ser coherente. Si tu no lo asumes, ya lo haré yo”.
– Antes y después de la primera comunión repito con frecuencia que tras la primera viene la segunda, la tercera y la de cada domingo, que hay que ir a misa los domingos, continuar la catequesis, rezar y procurar ser mejores cada día. Dado que algunos padres no acostumbraban a participar de la celebración dominical, los abuelos se encargaban de recoger a los nietos y llevarlos a misa. Incluso cambiaron su horario habitual para que las actividades deportivas del fin de semana no fuesen un impedimento.
– Una joven a la que confirmé me escribía una carta en la que me decía que si se confirmaba era porque su abuela tenía mucha fe, que ayudaba a todo el mundo, que ella la admiraba y que le había comentado lo importante que es la confirmación. Ello responde a que, en algunas parroquias, a quienes confirmo acostumbran a escribirme unes líneas para presentarse y explicarme quienes son. En este caso, el testimonio de la abuela fue decisivo.
Abuelos, mientras podáis, sed testimonios vivientes de la importancia de creer en Jesucristo. Enseñad a los nietos a rezar, y recordad a los padres la importancia de educar a los hijos en la dimensión religiosa. Durante el tiempo que hagáis de “canguros”, que descubran lo que os han ayudado y ayudan a vuestras vidas las convicciones religiosas, vuestra fe… Es una semilla, magnífica semilla, que podéis sembrar en el ser profundo de vuestros nietos y que algún día dará fruto.
Con frecuencia, las diversas situaciones que viven los padres, las preocupaciones más inmediatas, el nuevo estilo de vida de los fines de semana y los domingos, el olvido de lo que han recibido de la fe cristiana, el cansancio de la jornada, la preocupación primera por los estudios, por las actividades extraescolares y otras experiencias… les hacen olvidar la educación cristiana, pese a que se comprometieron a ello cuando el bautismo.
Es entonces cuando vosotros, los abuelos, desde la experiencia de la edad, de la sabiduría acumulada, desde vuestras convicciones, debéis ejercer vuestra misión, que en modo alguno interfiere la de los padres, y con frecuencia la complementa con un plus de calidad y experiencia.
Por todo ello, y por todo lo que sois y hacéis, gracias, coraje y no dimitáis. Jesús os necesita.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona