Me ha sugerido la reflexión al leer el número 62 de la Carta Encíclica Laudato si del papa Francisco. Dice así: «¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las personas de buena voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que, en el campo de la política y del pensamiento, algunos rechazan con fuerza la idea de un Creador, o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que las religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la humanidad. Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser tolerada. Sin embargo, la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas».
A veces me pregunto: ¿Cómo no verán la aportación que es en sí misma la fe? ¿Tan malos ejemplos les estamos dando los católicos? ¿Nos conocerán? Admiro al Papa por la serenidad con que ofrece sus razones y sus hechos, sus testimonios directos a ese diálogo al que estamos todos llamados para ver de remediar la situación tan desastrosa en que está nuestra casa común que es nuestro planeta. Confío en que algún día sabrán ver las consecuencias más que saludables que se derivan de la fe cristiana vivida en las mismas carnes, en las mismas dificultades ecológicas, en las mismas causas comunes de lucha por la justicia y por el remedio de los que han sido expulsados, descartados del sistema económico vigente.
Os invito a seguir leyendo en la Carta del Papa: «No se puede sostener que las ciencias empíricas explican completamente la vida, el entramado de todas las criaturas y el conjunto de la realidad. Eso sería sobrepasar indebidamente sus confines metodológicos limitados. Si se reflexiona con ese marco cerrado, desaparecen la sensibilidad estética, la poesía, y aun la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad de las cosas. Quiero recordar que “los textos religiosos clásicos pueden ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes […] ¿Es razonable y culto relegarlos a la oscuridad, sólo por haber surgido en el contexto de una creencia religiosa?”. En realidad, es ingenuo pensar que los principios éticos puedan presentarse de un modo puramente abstracto, desligados de todo contexto, y el hecho de que aparezcan con un lenguaje religioso no les quita valor alguno en el debate público. Los principios éticos que la razón es capaz de percibir pueden reaparecer siempre bajo distintos ropajes y expresados con lenguajes diversos, incluso religiosos» (LS 199).
En toda ocasión, pero más fácilmente en los días vacacionales del verano menos acuciados por las prisas, deberemos hablar del tema con nuestra gente, familia, amigos… Leer juntos la carta del Papa nos puede hacer mucho bien, sobre todo en esta dirección de romper barreras y derribar muros de incomprensión y de prejuicios, claro que nos tienen que ver enterados de «lo que le está pasando a nuestra casa» como titula el Papa al capítulo primero. ¡Que esta casa común que es la Tierra nos importa a todos, a todos nos va la vida en ello!
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo ce Ciudad Real