Mons. Joan E. Vives Segunda encíclica del Papa Francisco con un título sugerente «Laudato si’«, “¡Alabado seas!”, tomado del Cántico de las Criaturas de S. Francisco de Asís. Una invitación que el Papa Francisco nos hace a alabar al Creador en sus criaturas y a descubrir nuestra responsabilidad para con la naturaleza y el planeta tierra. A lo largo de las páginas de la encíclica, el Papa, teniendo en cuenta las enseñanzas de la Palabra Revelada y el testimonio de los Papas anteriores, nos traslada su preocupación por la falta de respeto a la naturaleza y por su sobreexplotación, y nos propone lo que llama «la ecología humana integral«. Tenemos el peligro de olvidar la custodia de la creación que el Señor reclamó a nuestros primeros padres: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. Dios los bendijo, y les dijo :
Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla’… vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno» (Gn 1,27-28.31). Igualmente, despreciamos las reflexiones de los expertos sobre las consecuencias funestas, para el presente y el futuro de la humanidad, de un mal uso del planeta y de una explotación abusiva de la naturaleza. El Papa Francisco clama sobre el «maltrato» que las sociedades han dado al planeta durante los últimos dos siglos, denuncia la «debilidad» de la reacción política internacional y propone unos nuevos hábitos de consumo para que la Tierra no se convierta en «un inmenso depósito de basuras». Los intereses económicos de cada país prevalecen sobre el bien común, y el mundo deja de ser un lugar habitable y un lugar para beneficio de todos. De todas maneras, Dios sigue recordándonos que no somos sólo beneficiarios de la creación, sino que también somos custodios y responsables de ella.
La indiferencia religiosa y el alejamiento de Dios también tienen mucho que ver con el abuso de la naturaleza y con su utilización egoísta. Por lo tanto, para cuidar y custodiar el medio ambiente, necesitamos redescubrir el amor de Dios y acoger sus enseñanzas. Cuando escuchamos la voz de Dios, descubrimos que no sólo estamos llamados a cuidar la fragilidad de los hermanos, sino también la fragilidad del mundo creado. La escucha de la voz que Dios nos dirige desde la naturaleza y desde el sufrimiento de tantos hermanos, nos ayudará a superar los comportamientos de destrucción y de muerte en nuestro paso por este mundo.
Estamos en verano y en contacto con la naturaleza la oración de alabanza a Dios nos sale connatural. Alabemos a Dios con el Cántico de S. Francisco, gran referente de la encíclica:
«Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte. Alabado seas, mi Señor en todas las criaturas, especialmente en miseñor el hermano sol… por la hermana luna y las estrellas… por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno… Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta… por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte. Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, que nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
«Alabado seas, Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación… bienaventurados los que las sufran en paz… Por nuestra hermana la muerte corporal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad… Alaben y bendigan a mi Señor, y denle gracias y sírvanle con gran humildad.»
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell