Mons. Eusebio Hernández Queridos hermanos y amigos: En el Evangelio de este domingo (Marcos 6, 7-13) vemos a Jesús que envía a sus Apóstoles de dos en dos; hace partícipes a los Doce de la misión que Él ha recibido del Padre. El envío tiene la fuerza en su palabra, por ello, los manda con lo imprescindible: un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja, que llevasen sandalias pero no una túnica de repuesto.
Recibir la misión confiada es un acto de fe y saber que Dios en su providencia los va a sostener. Sólo dos elementos, subraya el Evangelio, pueden llevar, un bastón y sandalias. Podemos comparar el bastón con la cruz, es decir el leño donde poder apoyarnos en los momentos difíciles de nuestra misión. Las sandalias nos recuerdan el texto del profeta Isaías 52, 7: ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sion: Tu Dios reina!
Jesús, que es conocedor de sus Apóstoles, sabe de sus debilidades y de los momentos difíciles por los que pueden pasar pero, a la vez, sabe que es necesario que experimenten lo que después de Pentecostés va a ser su misión. Por ello los envía de dos en dos; un compañero da fuerza y puede alentar en las circunstancias difíciles, el ir de dos en dos es signo de apoyo mutuo.
Escuchando este Evangelio de hoy también todos nosotros nos debemos sentir enviados por Jesús para anunciar la Buena Noticia e invitar a la conversión. Lo hacemos no apoyados en nosotros mismos, sino fiándonos de su Palabra. Igual que conocía a sus apóstoles, nos conoce a nosotros, comprende nuestras limitaciones y nuestros miedos. El Señor ha confiado la transmisión de su mensaje a personas normales y con medios normales.
Para nosotros también la cruz debe ser nuestro bastón que nos sostenga en la misión. Cuando vivimos nuestra fe cristiana puede haber incomprensiones y dificultades pero si vamos apoyados en la cruz de Cristo, Él será nuestra fortaleza. Cuando la cruz nos acompaña y está presente en nuestras vidas se convierte en un signo de esperanza.
Para la evangelización hace falta también alegría, es decir vivir nuestra fe con alegría, con ilusión, sabiendo que llena de sentido toda nuestra existencia. Como nos decía el texto de Isaías que antes citaba, transmitir nuestra fe es llevar buenas nuevas, paz, gozo, salvación.
Ante esta misión no estamos solos, ni somos enviados solos; el Señor quiso enviar a sus apóstoles de dos en dos. En cada comunidad cada uno debe ayudar a su hermano, animarle en los momentos difíciles, sostenerle con su oración. Nuestras comunidades son pequeñas y por ello es más fácil tratarse, conocerse y animarse unos a otros en la misión que hemos recibido. Nada peor que una parroquia o comunidad pesimista que se fija más en sus limitaciones que en sus posibilidades por pequeñas que estas sean. La bondad que descubro en todos vosotros durante visita pastoral me hace esperar en que podemos crear entre todos una sociedad más humana y más evangelizadora.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona