Mons. Braulio Rodríguez En el ordenamiento jurídico de España, la Ley de Educación vigente reconoce que los padres de los alumnos, tanto en la Escuela de iniciativa pública como en los Centros Escolares concertados, tienen el derecho de optar por que sus hijos asistan a las clases de la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE). De modo que la asignatura de Religión es obligatoria para el centro escolar y libre para los alumnos y, lógicamente, para sus padres, que la pueden o no elegir para sus hijos. Es, pues, un derecho constitucional, basado en el artículo 27,3 de nuestra Carta Magna. También está amparado este derecho por la más elemental “libertad religiosa”.
Pienso que en nuestra Diócesis son muchos los padres que eligen la clase de Religión para sus hijos porque consideran que ello es tan legítimo como darles lo necesario para su crecimiento y maduración como hombres y mujeres. Pero sería bueno considerar cómo, poco a poco, el tema “clase de religión” se enturbia por distintas razones, como cuando se piensa: “Sí los hijos tienen una asignatura menos, mejor”; “Tal vez escoger Religión puede marcar al chico/a”; “Que sean ellos los que decidan, pues son ellos los que van a ir a esa clase”. Los chicos, sin duda, reciben también otros mensajes, más o menos sutiles pero muy directos, como son los que dicen: “Basta de privilegios para la Iglesia en la enseñanza”, o “¿por qué en la Escuela pública clase de Religión Católica? Mejor en las parroquias, porque la clase de Religión es, al fin y al cabo, catequesis”.
En este tema, creo yo, hay que ser muy claros: los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos y la clase de Religión es una oportunidad y una posibilidad de que esta educación sea integral, que alcanza a todos los ámbitos de la persona. Pero no se trata sólo de saber o conocer más: es conocer a fondo una forma de vida que es la fe cristiana, proporcionando a los niños y adolescentes virtudes, maneras de vivir y comprender la vida que nace de Jesús y de su Evangelio. La Religión en el aula trata de Dios y del hecho religioso cristiano, pero también introduce al alumno en una cultura cristiana que ayuda a comprender cómo es el ser humano, la sociedad, la literatura, el arte, las tradiciones; y que ayuda sobre todo a conocer a Cristo, persona clave de la historia universal, del que los alumnos son discípulos.
La clase de Religión dará oportunidad a los hijos de conocer los fundamentos de la fe, y crecer como hombres y mujeres de bien. ¿A quién estorba la Religión en la Escuela? A mi modo de ver, a aquellos que ven en esta actividad docente una ideología, pero considerada desde su ideología propia, que piensan que es la única buena y razonable, pero que confunde lo público con lo estatal y que lo demás es privado y no debe permanecer en la esfera pública. Esta es una idea pobre, raquítica y parcial, sostenida desde hace mucho tiempo por quienes quieren reducir todo a lo público y lo demás es privado y debe guardarse en el armario del alma. Dicen, además, que la Religión cuesta mucho dinero al Estado o a las Autonomías. Pero, ¿acaso los padres católicos son menos contribuyentes que los que no lo son o no quieren que sus hijos cursen religión? ¿En qué se basan para asegurar que cualquier otra asignatura troncal del currículo escolar es mejor para la educación que la clase de Religión? Eso hay que probarlo; yo, por ejemplo, veo que todo saber es importante y que debe haber un equilibrio en el conjunto de la enseñanza.
Os animo, pues, padres y madres, a seguir eligiendo la enseñanza de la religión Católica en la escuela para vuestros hijos. Les haréis un gran bien con esta opción. No olvidéis la importancia de Dios y que su conocimiento nos hace mejores ciudadanos, mejores personas y más hermanos de los demás. En vuestra mano está apuntar a tu hijo a clase de religión Católica.
X Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo
Primado de España