El grito del Papa es este: «¡No a la inequidad que genera violencia!» y lo razona en el punto 59 de la exhortación La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium): «Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas».
A estas alturas de este mes de junio ya deberán estar constituidos los gobiernos municipales y autonómicos que llenarán de satisfacción a unos y frustarán a otros, y todas las tensiones políticas, que se agudizan en unas elecciones, deberán pasar a un muy segundo plano, si queremos tener la fiesta de la convivencia social en paz. La generosidad y el talante manchego de nuestra tierra han quedado más que demostrados por la gente y los dirigentes políticos deberán tomar lección de esto para alentar unos comportamientos que construyan la paz social. Los católicos sentimos la especial responsabilidad de aportar lo mejor de nosotros mismos para dar ejemplo y testimonio de fraternidad.
Por eso la denuncia del papa Francisco la debemos tomar como prioritaria, como objetivo a conseguir, aun a costa de perder algo de nuestro bienestar económico. «Inequidad» es un término que está registrado en el Diccionario panamericano si bien se puede leer que es la negación de la equidad y este sí, lo define el Diccionario de la Real Academia como «Propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley». ¿Tendrá razón el Papa cuando viene a decir que negamos en nuestra convivencia el valor fundamental y fundante de la equidad, de tender desde el fondo de nuestras conciencias a conceder a todos el derecho a ser iguales en dignidad, y a facilitar ahora y siempre la construcción personal de esa igualdad debida?
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real