Mons. Carlos Escribano En la Solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia nos invita a agradecer y valorar el gran don que supone para la Iglesia la presencia de tantos consagrados y consagradas en la vida contemplativa, que de un modo discreto, callado, pero enormemente fecundo, enriquecen a toda la Iglesia desde el rico patrimonio espiritual de sus Institutos. En esta ocasión, esta jornada que denominamos Pro Orantibus, tiene un especial significado por desarrollarse dentro del Año de Vida Consagrada, convocado por el Papa Francisco, y dentro del Año Jubilar Teresiano.
El lema de este año es: “solo Dios basta”. Con la fuerza de este conocido verso de un poema de Santa Teresa de Jesús, las personas contemplativas nos muestran su cercanía confiada al Señor, a quien han entregado su vida en el silencio del claustro, y nos recuerdan que también Dios es hoy lo único necesario. Sí, solo Dios basta, esa es la intima y reveladora experiencia de la santa de Ávila que nos desvela el gran secreto que da sentido a la existencia del hombre. Frase sencilla, breve, contundente, reveladora: “es la clave para salir de uno mismo y lanzarse con decisión, empeño y valentía hacia tantas periferias que la vida ofrece, cerca o lejos, en el propio ser o en los que nos rodean. Salir en la donación del ejercicio activo de la caridad; salir en la oración continua y la intercesión permanente; salir en la acogida y en la ofrenda. El verdadero contemplativo no se desentiende de nadie ni es ajeno a nada de cuanto el mundo vive; siempre está abierto a Dios y a cada hijo de Dios, y mediante su vida orante, retirada y oculta recibe el amor divino y lo transforma en ofrenda permanente por nuestro mundo y por cada ser humano”. (Del testimonio de las carmelitas descalzas del Monasterio de San Luis y San Fernando de Torrelavega, Materiales para la jornada Pro Orantibus de la Conferencia Episcopal Española).
En esta jornada, queremos dar gracias a Dios por nuestras religiosas contemplativas. Por las Madres Carmelitas y las Hermanas Clarisas de Teruel y por las Madres Agustinas de Rubielos de Mora. También en este año singular, recordamos agradecidos a las comunidades contemplativas que a lo largo de la historia de la diócesis han enriquecido con su presencia, carisma y oración la vida de nuestra Iglesia diocesana.
Seguimos poniendo nuestros ojos en los monasterios de contemplativas para aprender, de ellas y junto a ellas, la importancia de la oración en la vida del cristiano. El Papa Francisco nos lo recuerda: “Cuando los tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios para sostener a los flojos (Vida 15, 5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, amigo verdadero y compañero fiel de viaje, con quien todo se puede sufrir, pues siempre ayuda, da esfuerzo y nunca falta (Vida 22, 6). Para orar no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho (Moradas IV, 1, 7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino, 26, 3-4). Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el camino seguro (Vida 21, 5). Dejarla es perderse (cf. Vida, 19, 6). Estos consejos de la santa son de perenne actualidad”. (Francisco, carta al Obispo de Ávila, 15-X-2014).
En esta fiesta de la Santísima Trinidad, oramos especialmente por todos los consagrados contemplativos y, de un modo especial, por las queridas monjas de clausura de nuestra diócesis.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín