Mons. J. Leonardo Lemos Con ocasión de la Solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra la cuadragésima novena Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en este año, teniendo en cuenta el todavía reciente Sínodo extraordinario y, el próximo ordinario a celebrar en octubre, que como de telón de fondo se centran en la familia, se nos ofrece un lema muy sugestivo: Comunicar la familia. Ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor.
Con este motivo el papa Francisco escribió un mensaje en el cual nos dice que la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar. ¡Que necesario es que se nos diga esto!
Cuando observamos la compleja e intensa trama de los medios de comunicación de todo tipo, nos damos cuenta de la importancia que éstos tienen en nuestra vida. El Papa subraya la idea de que es en la familia en donde aprendemos la esencia de lo que es, y en qué consiste la auténtica comunicación. De ahí que si hoy nos encontramos con una grave crisis de subjetivismo, de manipulación y de increencia en gran número del amplio espectro de los medios, esto es debido a que la familia se encuentra experimentando una grave revolución interna que se extiende a la escuela y a la sociedad en general. Es por ello que el Papa quiere que la Iglesia vuelva al corazón de la verdad de la familia.
La clave fundamental en la comunicación es el encuentro con el otro entendido, como persona. Es ésta una realidad que se nos impone y se nos ofrece. Al otro no nos lo inventamos ¡está ahí! a la otra parte del teléfono, es el destinatario de un twitter o de un whatssap, o de un sms; aquel que coge en sus manos el periódico, sintoniza una emisora de radio, o se sitúa a la otra parte de la pantalla del Tv o del ordenador. Para un creyente, el otro tiene una fuerza especial porque es un icono del mismo Dios con nosotros y esa realidad personal se convierte en un reto que no solo nos interpela, sino que reclama la objetividad del hecho acaecido y no quiere ser manipulado, ni instrumentalizado, ni engañado.
En el seno de la familia es en donde nos hemos encontrado con los otros, que no hemos elegido, sino que se nos han dado. Yo no he elegido a mis padres, ni a cada uno de mis cuatro hermanos que fueron llegando al ámbito familiar. Esta realidad existencial viva ayuda al ser humano a abrirse a la realidad y a enfrentarse con ella, con sus rostros y personalidades diferentes; en definitiva ese encuentro, potenciado por ese clima de amor que solo se encuentra en esa estructura básica de la familia, dinamiza el dialogo abierto y se madura en el contraste de opiniones.
Cuando la estructura falla; es decir, cuando la célula básica de la sociedad que es la familia se resquebraja, entonces surgen las actitudes agresivas e intolerantes, las mentiras y los enfrentamientos, los chismorreos y las calumnias. Todo esto tiene un eco en la escuela y su caja de resonancia es la sociedad.
De la recuperación de los valores de la familia dependen cosas muy grandes. Una familia bien fundamentada en el amor de los esposos, abiertos a la paternidad y a la maternidad, en donde la aceptación del otro con el que nos encontramos existiendo: hombre o mujer, sano o enfermo, con muchas o pocas cualidades, simpático o sobrio en sus formas. Un ambiente así constituido sobre la gratuidad del amor y de la vida, en donde se aprende a convivir con desigualdades, a comprenderlos, tolerarlos e, incluso a perdonarlos y a sentirse perdonado; un ambiente así va construyendo unas personas abiertas a la realidad de los demás y con las aptitudes necesarias para comunicarse con los otros con autenticidad.
En una sociedad que los medios reflejan con tanta crudeza, en donde tan a menudo se maldice, se habla mal, se siembra cizaña, se contamina nuestro ambiente humano con las habladurías, la familia puede ser una escuela de comunicación como bendición . Cuando el ambiente familiar está destrozado y, a veces, prevalece el odio y la violencia, cuando en lugar de unión hay ruptura y separación, prejuicios y disentimientos, es muy difícil que en ese ambiente se forme un buen ciudadano y, en definitiva, un comunicador abierto al servicio de la verdad.
Los medios de comunicación son instrumentos y cauces de humanización pero, en ocasiones, cuando son manipulados por personas enfermas, deterioradas por el poder y el tener, cuyo criterio máximo es potenciar el goce y el disfrute a cualquier precio, entonces nos encontramos con que unos medios a los que no podemos renunciar –sobre todo los hombres y mujeres jóvenes – pueden obstaculizar en lugar de ayudar a la auténtica comunicación dentro de la familia humana.
El Santo Padre Francisco nos recuerda que la información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto.
Cada uno somos y nos sentimos miembros de la gran familia humana y a través de los medios, y contando con ellos podemos llegar a los confines del mundo conocido: Id y anunciad… Este mandato imperativo de Cristo nos lleva tomar en serio y saber usar todas las pistas de comunicación existentes en la sociedad actual. Nada ni nadie nos es ajeno a este mandato. Por otra parte, tenemos hoy una grave responsabilidad porque son muchos los medios técnicos de comunicación a nuestro alcance y, a través de ellos, sabiéndolos usar bien queremos hacer realidad el rostro de una Iglesia, familia de familias, en salida, abierta a un mundo que espera la alegre noticia de la Verdad. Esa verdad es clara: Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, el rey de la Gloria, rico en misericordia quiere ofrecernos una alegre noticia a los hombres y mujeres de esta época: que la alegría del Evangelio transforma el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con el Resucitado. Si los que trabajan en los medios supiesen valorar el alcance de este mensaje se esforzaría por comunicarlo con autenticidad e integridad. De este mensaje, el único gran mensaje de auténtica liberación depende el mejor camino para una existencia alegre y en paz entre todos los que formamos parte de la misma familia humana.
La Iglesia nos invita a que asumamos nuestra responsabilidad en y con los medios, sabiendo usarlos para convertirnos así en los mejores trasmisores de un Camino, de una Verdad, y de una Vida más auténtica y plena. El Jesús que sube a esos cielos nuevos y a esa tierra nueva, no lo hace para desentenderse de la historia del mundo, sino que antes de desaparecer del horizonte material de la existencia humana nos da la auténtica clave para convertirnos en los comunicadores de la mejor de las noticias: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio de la alegría. Esa proclamación y ese anuncio lo podemos llevar a cabo por los medios a nuestro alcance y la preparación para saberlos usar bien la encontraremos en la familia. Defendamos la auténtica estructura vital de la familia humana y conseguiremos los mejores comunicadores que ayudarán al hombre y a la mujer de hoy a encontrarse consigo mismos, con los otros y con Dios, sabiendo que ese es el camino de la paz y del auténtico progreso de ser humano.
+ J. Leonardo Lemos
Obispo de Orense