Mons. Francesc Pardo i Artigas Desde hace unos meses estamos celebrando el setenta y cinco aniversario de la Cofradía de Jesús Crucificado – “Manaies de Girona”, con exposiciones, conferencias, actividades… y, el próximo Domingo de Ramos, con la concentración y desfile de los manípulos de armados procedentes de distintos puntos de Cataluña.
Debemos, pues, felicitar a la Cofradía de Jesús Crucificado por este aniversario. Felicitar significa procurar que el hecho de pertenecer a la cofradía sea una experiencia gozosa para todos cuantos forman parte de ella. Al mismo tiempo, expresamos nuestro agradecimiento —convertido ahora en plegaria— a todos sus fundadores, responsables y cofrades a lo largo de estos 75 años: una plegaria pidiendo que vivan este aniversario con Jesús crucificado y resucitado en la casa del Padre.
Esta efeméride me ha estimulado a reflexionar sobre todas las cofradías de Semana Santa y las congregaciones de la Virgen de los Dolores, y su misión hoy.
Las cofradías y la religiosidad popular
Nuestro “credo”, la fe que profesamos y celebramos en la liturgia de la Iglesia, se ha hecho también visible en manifestaciones populares, surgidas de las diversas culturas, tradiciones…, y que se acostumbraban a representar en calles y plazas de pueblos y ciudades. Pensamos en los autos sacramentales, procesiones, actos de piedad… Se han considerado globalmente como actos de religiosidad popular, porque los diversos pueblos se las han hecho suyas, las han asumido como manifestación de su propia identidad y como vehículo para exteriorizar su fe.
Las cofradías y la vida cristiana
Ciertamente que las personas que voluntaria y libremente se asocian a alguna cofradía están convencidas que participan en un acto religioso, en nuestro caso, cristiano, católico.
Sin embargo, las cofradías deberían llegar a ser escuelas de formación cristiana, un ámbito de fraternidad y exigencia de servicio hacia los más necesitados.
Es necesario que las cofradías se propongan ayudar a conocer la propuesta cristiana, a vivirla, a celebrarla y a dar testimonio de ella, comenzando por sus propios cofrades. Es necesario comprender bien lo que Jesús nos propone, ofrece y pide.
Las cofradías y la evangelización
Debemos remarcar la necesidad de evangelizar como la levadura en la masa, desde la vida de cada día, desde el testimonio, en los ámbitos profesionales, populares.
Está claro que la evangelización se ofrece principalmente por medio de las parroquias y su misión, por las instituciones de apostolado y servicios.
También hay que añadir que, actualmente, la presencia en la calle, en ciertas ocasiones significativa, de imágenes que recuerdan los grandes misterios de nuestra salvación, y sobre todo de las personas que con estima, fe y piedad las acompañan, puede convertirse en ocasión evangelizadora, de formación cristiana, de plegaria, y al mismo tiempo de oportunidad para suscitar en el corazón de muchos las preguntas fundamentales de la vida.
Es una experiencia llena de momentos intensos, que nos devuelven la esperanza y nos mueven a ser mejores, porque nos recuerdan el amor de Dios y su voluntad de salvación.
Dichos momentos contribuyen a recordarnos a todos y de una forma pública, las raíces cristianas de Europa y de Cataluña. Olvidar las raíces es olvidar los cimientos de una cultura y civilización; es perder en buena medida la identidad, y sin identidad hay suma de personas, pero no hay pueblo, ni ciudad…
Las manifestaciones de piedad popular nos recuerdan que nuestra vida se ha configurado entorno a unos valores y un estilo de convivencia basada en la dignidad de cada persona y en la trascendencia de ésta, porque se ha fundamentado en el Evangelio de Jesucristo.
Por todo ello, gracias y coraje para pensar en el presente y el futuro.
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona