Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
Con dos parábolas nos explica el Señor lo que es el Reino de Dios en este Domingo: la parábola de la semilla del grano de mostaza que, siendo muy pequeña crece tanto que los pájaros anidan en ella, y la levadura que hace fermentar la masa.
La semilla del grano de mostaza es la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia que pone en el corazón del hombre la semilla de la Palabra de Dios, el conocimiento de Cristo; el Señor hace que vaya creciendo de tal manera que lo que no era más que una pequeña semilla se convierte en una realidad fuerte, robusta. Así, el ser humano la acoge, la valora y debe hacerla crecer hasta que sea realmente el supremo valor que llena su alma, el bien al que sirve con todas sus fuerzas, el gran tesoro encontrado.
La levadura es la Palabra de Dios y el testimonio cristiano auténtico que hacen crecer y fermentar la gran masa informe, de modo que toda la masa queda transformada por su medio. Nosotros estamos llamados, todos sin excepción por el hecho de haber recibido el Bautismo, a ser semilla y levadura en medio de este mundo que nos ha tocado vivir. El Señor ha dejado en nuestras manos la tarea de dar a conocer y hacer crecer hoy en medio de nuestra gente y de nuestro pueblo el Reino de Dios.
Jesús un día les dio a los discípulos -y en ellos a toda la Iglesia, a cada uno de nosotros que la formamos- la misión de anunciar el Evangelio para que vaya creciendo el número de sus seguidores; recordemos aquellas hermosísimas palabras: «Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19) Este encargo de Cristo a los apóstoles no sólo se lo hizo a ellos hace casi dos milenios sino que nos lo confía a todos y cada uno de nosotros. También a nosotros hoy, es esta sociedad laicista y sin Dios, indiferente tantas veces a cuanto se refiere a la fe y al mensaje de Cristo, nos dice el Señor: ¡Id! ¡Anunciad mi Palabra!
Todostenemos que sentirnos enviados; todos debemos examinar nuestra vida para descubrir si estamos siendo verdaderos misioneros que van por el mundo anunciando el Evangelio, sembrando la Palabra del Reino y siendo levadura en medio de la masa o, por el contrario, estamos viviendo como masa amorfa, como unos más del montón ante el mensaje cristiano.
Debemos ser semilla y levadura en la vida normal de cada día, con los más próximos, los de la familia, los compañeros de trabajo, en nuestro pueblo y en nuestro vivir diario. Y tenemos que serlo de doble manera: en primer lugar con nuestra palabra, con la que tenemos que dar razón de nuestra fe y no avergonzarnos de ser lo que somos, confesando valiente y públicamente nuestro seguimiento de Cristo; y, en segundo lugar, corroborando esas palabras con nuestra vida, una vida vivida desde las exigencias de la fe en la que Dios ocupa el puesto central.
Este testimonio de vida nos obliga necesariamente a ser levadura en medio de la masa del mundo, distinguirnos de los demás por nuestra manera de vivir y de actuar para poder suscitar en ellos el deseo de seguir a Jesucristo como lo hacemos nosotros. Nos obliga, por tanto, a distinguirnos de los del montón que componen la masa de la sociedad que no se interesa por una visión trascendente de la vida y prefiere vivir desde los criterios mundanos, sirviendo al dinero, al poder y al gozar y pasarlo bien a costa de lo que sea.
Pidamos al Señor que nos haga, en medio de los nuestros, de los cercanos y de los que están más lejos, verdadera semilla del Reino y auténtica levadura que hace fermentar la masa. ¡Feliz Domingo para todos!
Vuestro Obispo,
+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria