Mons. Francesc Pardo i Artigas La Organización Mundial del Turismo (OMT) promueve, este fin de semana, la Jornada Mundial del Turismo bajo el lema: “Turismo y desarrollo comunitario”.
Desde la Iglesia somos conscientes de la importancia social, económica y religiosa del turismo, y por ello la Santa Sede, por medio del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, acompaña desde hace tiempo este hecho, velando por su dimensión evangelizadora.
Cada año, en ocasión de la Jornada, el Pontificio Consejo nos envía un mensaje que es bueno conocer, ya que Cataluña, España y nuestro obispado de Girona, tienen la suerte de acoger una gran cantidad de turistas. Pensemos que España es el tercer país del mundo en recepción de turismo.
En su Código Ético Mundial, la OMT afirma que el turismo ha de ser una actividad beneficiosa para las comunidades acogedoras: “Los países y las comunidades locales han de procurar por las actividades turísticas y por una participación equitativa en los beneficios económicos, sociales y culturales que reporten, especialmente la creación directa e indirecta de puestos de trabajo”
Es decir, solicita un enriquecimiento mutuo para los acogedores y para los turistas. Pero no pensemos únicamente en el ámbito económico, sino también en un ámbito de promoción integral de la persona y de las personas.
Debemos asumir el turismo porque conlleva progreso equilibrado, sostenible y respetuoso en tres ámbitos: económico, social y ambiental, entendido tanto desde la perspectiva ecológica como cultural.
El turismo es un motor fundamental para el desarrollo económico, por su contribución al PIB (entre el 3% y el 5% a escala mundial), por generar puestos de trabajo (entre el 7% y el 8%) y el 30% de las exportaciones mundiales de servicios, según cifras de la OMT. Si comprobamos el caso de Cataluña y de nuestra diócesis de Girona, vemos que las dos primeras cifras aumentan considerablemente. En los seis primeros meses de este año las visitas de extranjeros a Cataluña han aumentado un 6,7%. Ya se superan los siete millones de visitantes. Por todo ello, el turismo es un instrumento de progreso económico, de creación de puestos de trabajo y de desarrollo de infraestructuras. En este punto, conviene recordar una advertencia del papa Francisco en su audiencia del primero de mayo de 2013: “Es necesario que los beneficios se obtengan con criterios éticos, respetuosos con las personas, huyendo de una concepción economicista de la sociedad que busca el beneficio egoísta al margen de la justicia social”.
Al mismo tiempo, los beneficios del turismo no se pueden reducir exclusivamente a la dimensión económica, sino que es necesario tener en cuenta el enriquecimiento cultural, la oportunidad del encuentro personal, el hecho de generar “relaciones humanas cordiales y de conocimiento”, favorecer el respeto mutuo, la tolerancia y la comprensión que no significa relativismo, sino todo lo contrario. Cualquier apertura, encuentro, diálogo con el otro o los otros ha de enriquecer la propia identidad, las propias convicciones.
Además, el destino turístico está constituido por una comunidad de personas con su propio talante, su patrimonio natural y cultural, sus valores, tradición religiosa, desafíos, esfuerzos…
Para nosotros cristianos, para la Iglesia y nuestras comunidades e instituciones, es una gran experiencia para vivir la catolicidad, para acoger, testimoniar –con la propia vida, arte, tradiciones, celebraciones y, sobretodo, por la actitud de acogida y fraternidad- cual es nuestra fe.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona