El prelado reiteró que la »prevención de la proliferación de las armas nucleares es de suma importancia para toda la humanidad. Sin embargo, el logro de este objetivo no puede ser la última palabra en lo que respecta a la paz: hay que poner un énfasis especial en el desarme nuclear en todo el mundo; un punto clave para todos los estados, especialmente para aquellos que poseen armas nucleares o que quieren desarrollarlas o adquirirlas. Además, es un objetivo que no adolece de falta de realismo.» Indudablemente -dijo- la realidad de la paz requiere un cambio de rumbo alcanzable mediante la toma de decisiones claras y firmes, y la voluntad de buscar y lograr el desarme nuclear». Como en años anteriores, la Santa Sede exhorta a los gobiernos y a los científicos que participan en el campo de la defensa militar, »a trabajar con perseverancia de cara al desarme» y recuerda que este año se conmemora el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial y el septuagésimo quinto de la Segunda Guerra Mundial, cuyas terribles repercusiones siguen sintiéndose en nuestros días.
Monseñor Camilleri habló del gran interés mundial del accidente en la central nuclear de Fukushima (Japón) en marzo de 2011 y de la reflexión que esa catástrofe llevó aparejada acerca de las garantías y el incremento de la seguridad nuclear. »Hay que hacer todo lo humanamente posible para evitar accidentes en las instalaciones nucleares y minimizar las consecuencias en caso de accidente. Este es el camino que se debe perseguir:»
Antes de finalizar, el Subsecretario para las Relaciones con los Estados, afirmó que la delegación de la Santa Sede alienta y apoya los enfoques innovadores y los esfuerzos que se refieren a la gestión y la eliminación segura de los residuos radiactivos, y reiteró la gran importancia que concede a la fructífera cooperación del OIEA con otras organizaciones de las Naciones Unidas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)