Mons. Agustí Cortés Se cumplen los diez años de caminar juntos como Iglesia Diocesana. Como haciendo un alto en el camino en una marcha por la montaña, la mirada suele dirigirse hacia atrás para recuperar perspectiva y tener una impresión de conjunto del trecho recorrido. Al mismo tiempo los ojos se dirigen a los compañeros de camino, para reconocernos unos a otros y crecer en sentimiento de grupo. Y quizá la vista vuelve hacia el otro lado y observa, o mejor, trata de adivinar, la andadura que todavía resta por hacer.
Cada mirada despierta sus propios sentimientos.
1) La mirada al camino andado es obligatoria, al menos para quienes queremos mantenernos fieles a la tradición bíblica y cristiana. No es preciso recordar aquí la importancia que tiene la memoria en toda la Historia de la Salvación, del Pueblo de Dios y de cada uno en particular. No precisamente la memoria para repasar y sumar los méritos adquiridos (como quien cuenta los años cotizados para calcular prestaciones), sino aquella memoria que discierne los favores recibidos, para agradecerlos, y las deficiencias y los errores cometidos, para pedir perdón y enmendarlos. Una mirada, pues, que alimenta una oración gozosa de alabanza y una plegaria humilde pero confiada, ante el Dios cristiano de nuestra historia, para pedirle perdón.
2) La mirada de unos a otros puede surgir espontánea, como respondiendo a una necesidad natural. Porque, si bien el caminar juntos sin duda va modificando la relación personal de unos con otros, durante la marcha la atención es requerida por otros muchos reclamos: lo que hay que decidir y hacer, las respuestas a los desafíos de cada momento, el trabajo en sí… Pero necesitamos detenernos para mirarnos a los ojos y “reconocernos”, pensar en el otro y en el “nosotros”. De forma que, para lo bueno o para lo no tan bueno, en definitiva “¡lo hemos hecho nosotros!”. Y así, el camino recorrido, al tiempo que nos ha permitido aproximarnos i salvar algunas distancias, ha hecho que crezca en nosotros el sentimiento de pertenencia. Entonces el plural del Padrenuestro rezado en nuestras asambleas litúrgicas tiene otro color, se ve coloreado por un “nosotros” algo diferente.
3) La mirada hacia el camino que tenemos por delante es más difícil, porque su objeto es precisamente invisible, desconocido en su mayor parte. Lo único totalmente cierto, y es lo que tantas veces nos hace continuar andando a pesar de los obstáculos, es el final y la protección del Señor en todo momento. Estamos convencidos de que el futuro último de nuestra diócesis es una Iglesia totalmente resucitada y que por un derrotero u otro allí seremos llevados. Pero ignoramos el camino intermedio, la vía que nos llevará a ese momento. Y el caso es que ese camino también dependerá de nosotros, de nuestras decisiones libres y de nuestra voluntad. Con lo cual hemos de asumir un importante riesgo y una seria responsabilidad… pues, como decía San Agustín, “quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
He aquí la importancia que tiene para nosotros hoy la mirada. Más concretamente la mirada que dirigimos a nuestra Iglesia, para descubrir su realidad. Le pedimos intensamente a Dios que seamos capaces de mirar nuestra Iglesia como Él la mira, a fin de que nuestra alabanza sea verdadera y nuestras opciones acertadas.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat