Mons. Jaume Pujol Antes de que se conocieran la brújula, el sextante y, por supuesto, el GPS, los marinos se orientaban de noche observando la Estrella Polar, que señalaba dónde estaba el norte, para determinar los otros puntos cardinales y establecer así el rumbo del barco.
La Iglesia invoca desde hace muchos siglos a la Virgen María con el título de Stella Maris, expresión latina que hace referencia a esta estrella del mar que guía a puerto seguro. También Ella nos conduce a Dios, nuestro destino de salvación.
El domingo pasado comentábamos la festividad de la Virgen del Carmen, patrona de navegantes, y esta vez desearía referirme a la delegación diocesana del Apostolado del Mar, Stella Maris, por los motivos que acabo de exponer.
En Tarragona esta delegación fue erigida en 1999, durante el pontificado de mi predecesor Mons. Lluís Martínez Sistach, en cumplimiento de una carta apostólica de Juan Pablo II en la que se daban directrices para la acción apostólica en el campo de la marina mercante y pesquera.
Considero muy importante esta labor, poco conocida pero tan necesaria, de atención social y espiritual a los navegantes, a sus familias y al personal que trabaja habitualmente en el puerto, en plataformas petroleras, escuelas náuticas y ambientes anexos.
Es una actuación hecha por voluntarios. Visitan a barcos que atracan en el puerto, ofrecen ayuda espiritual, a través de sacerdotes que se encargan de la tarea, pero también auxilian a las tripulaciones en casos de necesidad económica, como robo de documentación, abandono empresarial del barco y otras.
Quienes tienen contacto frecuente con las gentes de mar saben lo duro que resultan las largas separaciones familiares, lo penosa que es la navegación en determinadas condiciones meteorológicas y lo preocupante que es el ejercicio de la profesión pesquera, sometida a regulaciones que otros no siempre tienen en cuenta, al fenómeno de la globalización, la piratería en algunas aguas, y otros elementos.
El Apostolado del Mar ejerce su función benemérita, en el campo de las necesidades materiales y espirituales sin ningún tipo de discriminación por cuestiones de nacionalidad, lengua, raza o religión, como avanzadilla del diálogo interreligioso y ejercicio de ecumenismo práctico, llevados a cabo diariamente con la mayor naturalidad.
A la Virgen Stella Maris confío esta labor, a la vez que agradezco la importante colaboración que presta el Puerto de Tarragona para que los voluntarios puedan desarrollar su trabajo tan excelente.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado