Mons. Julián López Queridos diocesanos:
El tiempo pasa inexorablemente, dejando atrás acontecimientos, fechas, y lo que es más importante para nosotros, un tramo más del recorrido de dedicación a la misión pastoral que han hecho la Iglesia diocesana y cada una de las comunidades que la integran. El curso que concluye, aunque no abarque la totalidad del año civil, significa un paso en la vida de una generación de cristianos y un avance en la realización histórica del Reino de Dios en el lugar que ocupamos. Y así hasta que se cumpla el tiempo que dará paso a los cielos nuevos y a la tierra nueva. En todo caso, el completar el programa pastoral sin que por ello el verano suponga una ruptura en la misión, es motivo para la acción de gracias al Buen Pastor que guía su Iglesia con el impulso suave del Espíritu Santo, y para acogerse a su misericordia si no hemos querido o sabido poner de nuestra parte lo que tenía derecho a esperar de nosotros.
El curso comenzó con la XII Semana de Pastoral del 9 al 12 de septiembre de 2013 y la presentación del programa “La fe sin obras está muerta” (Sant 2, 26), el quinto y último del Plan 2009-2014 presidido por la acogida de la palabra de Dios. Con nuevos arciprestes y apertura de actividades en los centros de estudios y en los grupos apostólicos, este curso ha sido pródigo en conmemoraciones: 1100 años de S. Miguel de Escalada, 950 de la traslación de San Isidoro a León, 125 de la fundación de la Adoración Nocturna Española en León, centenarios de cofradías y del leonés cardenal Aguirre, 50 años del VI Congreso Eucarístico Nacional de León, 25 años de la santa muerte del P. Segundo Llorente,sin olvidar las bodas de diamante, de oro y de plata de muchos de nuestros sacerdotes. Al lado del recuerdo agradecido, ha habido otros acontecimientos como la nueva beatificación de mártires del s. XX, la apertura y puesta en funcionamiento de la Escuela diocesana de Formación teológico-pastoral “Beato Antero Mateo”, un nuevo órgano en la catedral y un largo et cetera de cursos, congresos, asambleas, reuniones de consejos y organismos, retiros, convivencias,jornadas, encuentros, semanas de esto y de aquello, exposiciones, conferencias, ciclos de cine espiritual, peregrinaciones. Y lo más importante, el transcurrir diario, silencioso y fiel de organismos e instituciones, arciprestazgos, parroquias, comunidades, grupos, personas… Y junto a ese transcurrir, la pascua personal de varios sacerdotes, de consagrados/as y de laicos cristianos que nos han dejado.
Quizás la cumbre de todo el curso ha sido la llamada y la ordenación de Mons. Jesús Fernández como obispo auxiliar de Santiago de Compostela. La diócesis entera vibró de gozo y todos los que estuvimos en la sede del Apóstol vivimos una jornada de gracia de Dios y de satisfacción humana, ¿por qué no reconocerlo? Para nuestro presbiterio fue también un momento especialmente intenso la ordenación del primer presbítero del Seminario diocesano misionero Redemptoris Mater “Virgen del Camino”, y para mí muy de cerca, la visita ad limina Apostolorum y el encuentro con el papa Francisco.
Todo fue así de gozoso y de estimulante en el curso que acaba? Sí y no, pero esto lo debe descubrir y señalar cada uno personalmente y, por supuesto, cada entidad, institución, comunidad o grupo eclesial. Sombras junto a la luz ha habido siempre, y tenemos el deber de corregir todo lo defectuoso y de mejorar todo lo que esté a nuestro alcance. Para esto es necesaria tan solo una cosa: tener la suficiente humildad y honradez de reconocer los fallos y carencias que se deben a nosotros. Solo así podemos pedir al Señor que complete Él lo que falta para la perfección de la obra realizada.
Con mi cordial saludo y bendición:
+ Julián López,
Obispo de León