Mons. Antonio Algora Celebramos el día más solemne en las calles de nuestros pueblos y ciudades. Salimos con el Cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía, le acompañamos como cabeza y alimento nuestro, los que por el Bautismo somos miembros de su cuerpo que es la Iglesia.
Hasta aquí, lo que corresponde a este domingo tan especial, aunque muy especial es para nosotros hoy, por ser la víspera de la consagración del nuevo templo parroquial de san Juan Bautista, junto al recinto ferial en unos de los barrios que más conoce la precariedad y la pobreza.
Después de todo lo que hemos tenido que luchar para conseguir la propiedad y los permisos necesarios —más de doce años—, por fin, el Señor nos ha regalado poder celebrar esta inauguración en la fiesta de san Juan Bautista, pues, desde la víspera, la Iglesia celebra al que anunció la inmediata venida del Salvador a la tierra.
Con una gran audacia y valentía, en cuanto obtuvimos la licencia de obra, nos lanzamos a gastar los poquísimos ahorros logrados, y, con mucha deuda, hacer la obra sencilla y funcional del conjunto parroquial: templo, centro pastoral y vivienda del párroco. Ahora toca amortizar dicha deuda con la ayuda de todos los diocesanos que queráis tener este gesto solidario con los fieles que han soportado las inclemencias del tiempo y la provisionalidad de la habitación cedida por el Ayuntamiento para la celebración dominical de la Eucaristía, a lo largo de estos muy largos años.
Pero la vitalidad de la Iglesia está ahí y la pequeña comunidad de los vecinos del barrio, la ayuda de los Jóvenes Obreros Cristianos (la JOC) y otros voluntarios de las demás parroquias de Ciudad Real, han hecho posible que hoy tengamos Casa de Dios, y de la Iglesia, por tanto, pues sin ellos y su perseverancia fácilmente habríamos desistido del proyecto de la nueva parroquia. No podemos olvidar tampoco a las Madres Dominicas que nos prestaron su casa y sus escasos dineros y, ya ausentes, nos han dejado disponible el edificio.
La alegría es muy grande, pues la Iglesia Católica, con esta inauguración del complejo parroquial, está en condiciones de ofrecer al barrio conocido como La Granja, su servicio de proclamación y escucha de la Palabra de Dios, presencia sacramental de Jesucristo en bodas, bautizos, funerales, y el sacramento de la Eucaristía, un sagrario donde va a permanecer el mejor vecino del barrio, al que consultar, pedir, llamar, ofrecer lo mejor de cada uno para llevar adelante la tarea, la misión de salvar del mal y de la muerte a los hermanos. El ejercicio de la caridad, del cumplimiento del único mandamiento del «Amaos como yo os he amado» está teniendo y ha de seguir teniendo en esta parroquia de San Juan Bautista la mejor demostración de que no estamos solos, de que la Iglesia somos y formamos una gran familia que tiene en cuenta a los hermanos más pequeños y vulnerables de esta sociedad tantas veces cruel e injusta.
Hoy, día del Corpus, es la mejor prueba de esa verdad de fe que es la presencia de Jesucristo Resucitado en nosotros, los miembros de su cuerpo. Salimos a la calle llevando a «Dios con nosotros». Es momento de pedirle que no nos olvidemos de los que no se han podido sentar a la mesa y de que nos dé fuerzas para llevarles el Pan de la Vida que «contiene en sí todo deleite» y, que a pesar de nos ser dignos, hemos comido en la mesa del Sacrificio.
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real