Mons. Antonio Algora Estamos de aniversarios y a los cincuenta años del Concilio Vaticano II, se une ahora el 25 aniversario de la publicación de Christefideles laici, el documento que san Juan Pablo II nos regaló a la Iglesia. Haciendo referencia a esta exhortación, dice la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en su mensaje para esta jornada: «Es necesaria la articulación de un laicado maduro, formado, corresponsable, en actitud misionera y con capacidad evangelizadora que posibilite una adecuada penetración del Evangelio en la sociedad actual. Un laicado que tenga capacidad de encarnarse en la multitud de situaciones en las que hoy en día es necesario y posible anunciar a Jesucristo y su mensaje, comprometido con las personas que están más necesitadas, estando especialmente cercanos a ellas, en estos tiempos de crisis y dificultades».
Sí, el papa Benedicto nos dejó en el verano anterior a su jubilación la frase: «Los laicos sois corresponsables de la vida y actividad de la Iglesia». Pasó ya el tiempo en el que los seglares erais definidos como los no curas ni religiosos. No sois los seglares gentes que estáis en la Iglesia para beneficiaros sin más de pertenecer a la Iglesia, aportar una ayudita económica y que, en el mejor de los casos, os ponéis a las órdenes de los sacerdotes.
Cuando el papa Francisco con su espontaneidad dice «quiero lío» y que «no me balconeen la vida» viene a expresar el deseo de que los seglares o laicos seáis los miembros del Pueblo de Dios que, porque habéis recibido Bautismo, Confirmación y Eucaristía, con la plenitud del Espíritu Santo, y tenéis todas las responsabilidades en la vida y en la actividad de la Iglesia. Eso es lo propio de vuestra vocación peculiar a la santidad y de vuestra condición de testigos de la fe en los asuntos de la vida diaria.
Hace poco me decía un sacerdote español que presta su servicio en Roma, en una de las congregaciones de la Curia Vaticana: «En Italia los obispos no se tienen que meter en los asuntos de las leyes civiles porque salen al paso los laicos en los grandes medios de comunicación o en los debates políticos, sociales, de familia etc..» Os confieso que un poco de envidia si me da, porque más de una vez alguno de vosotros me ha dicho: «Sr. Obispo meta más caña» o «¿por qué están ustedes tan callados?»
Hoy, día de Pentecostés, en que la Iglesia celebra la venida del Espíritu Santo es día de pensar todos nosotros: sacerdotes, religiosos y seglares, en nuestras propias responsabilidades, sea cual sea el puesto en el que estemos en la vida. Nos deben ocupar dos cuestiones fundamentales: por una parte, el ser fieles al Espíritu Santo y desde nuestra particular manera de ver la vida y de enjuiciar los asuntos sociales, políticos y familiares ser fieles a lo que la Iglesia defiende en su Doctrina Social (para esto es necesario conocerla y formarse en ella); y, por otra parte, meterse en el lío de la vida y hablar, escribir, actuar, con vistas a lograr los valores del reino de Dios: justicia, verdad, vida, santidad, gracia, amor y paz.
Con una advertencia importante: que evite la pretensión de que toda la comunidad eclesial vea las cosas de la misma manera. En la realización de los asuntos humanos no podemos pretender que la fe vivida con toda sinceridad y con el filtro de cada uno, nos lleve a todos al mismo partido político, al mismo sindicato, a la misma asociación, a las mismas opciones y soluciones de los problemas. Ah, y todo ello sin romper la comunión con la Iglesia, sacerdotes y obispos incluídos. Sabiendo que esa maravilla la consigue el Espíritu Santo, nosotros ponemos nuestra docilidad a sus inspiraciones y pasamos a la acción.
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Cartagena