Mons. Francesc Pardo i Artigas En las celebraciones de la confirmación felicito a los chicos y chicas, porque desean ser confirmados con el don del Espíritu que un día recibieron en el Bautismo.
Primero les pregunto que significa para ellos la Confirmación, y la mayoría de las veces me responden, a su manera, que se trata del compromiso de creer en Jesús o de ser cristianos. Fijaos que remarcan “su compromiso”, pero corren el riesgo de olvidar el compromiso de Jesús, el gran regalo del Espíritu Santo. Por ello con frecuencia manifiestan su compromiso…
Es en aquel momento cuando les digo que su voluntad puede quedarse únicamente en palabras. Lo hago subrayando que Jesús los mira a todos y a cada uno de ellos con todo su amor, y escucha su deseo de seguirle, de ser sus discípulos y de fiarse de Él para vivir…, pero también les comunico que eso es imposible si únicamente cuentan con sus propias fuerzas, porque necesitan el don que Él les ofrece por medio de la Iglesia y del ministerio del obispo: el Espíritu Santo.
De forma semejante nos puede pasar a todos a lo largo de nuestra vida. Podemos vivir confiados en nuestras propias fuerzas, capacidades i voluntad… y no conseguirlo.
Nos olvidamos de que Jesús regaló a los primeros discípulos el único don necesario para vivir la misión que les era confiada: el Espíritu Santo. No les dejó pautas, organización, itinerarios, dinero… les dio el Espíritu Santo.
Hoy, en la fiesta de Pentecostés, Pascua del Espíritu, celebramos una verdadera profesión de fe en el Espíritu Santo, y al mismo tiempo una plegaria.
Venid, Espíritu Santo, porque no solamente contemplamos a Jesús como un gran hombre y maestro, sino como el Hijo de Dios, muerto y resucitado, que sigue presente y actuando, y con quien vivo una relación personal de confianza, comunión y comunicación.
Venid, Espíritu Santo, para que el Evangelio sea una palabra Viva, una Buena Nueva que cambia el corazón, que cambia la vida. Se trata de una invitación a vivir desde unas convicciones y comportamientos fundados en el verdadero amor, recibido de Dios y dado por nosotros.
Venid, Espíritu santo, para que nuestras limitaciones humanas, nuestros pecados, envidias, celos, incoherencias, fracasos… no ensombrezcan del todo la comunidad cristiana, ya que perdería su capacidad de dar y ofrecer testimonio.
Venid, Espíritu Santo, para fortalecer y aumentar la entrega generosa de tantas personas, hasta dar la vida —a la familia, a la Iglesia, a la sociedad—, proclamando con obras y palabras el evangelio de amor y salvación.
Venid, Espíritu Santo, enviad vuestro Aliento a los que creemos, a los que dudan, a los que buscan, a los marginados, a los enfermos y ancianos, a los que sufren, a los constructores del mañana, a los que no aman la vida, a los creadores de belleza. Venid sobre nuestros pueblos y ciudades, sobre el mundo, sobre las personas de buena voluntad. Ahora y aquí, sobre nosotros.
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona