Mons. Alfonso Milián El próximo domingo, fiesta de Pentecostés, celebraremos el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, con una Vigilia en el Santuario del Pueyo para dar gracias a Dios por el ministerio de los laicos cristianos que evangelizáis de modos diversos en nuestra Diócesis. A propósito, hoy quiero contaros una gozosa experiencia de cuando era párroco en Zaragoza. En mi parroquia, la de San Pío X, en el barrio de la Jota, acompañaba a cuatro grupos de niños del movimiento Junior de A.C. Ellos pretendían transformar el mundo con sus propias acciones. Para ello, se fijaban en lo que no estaba bien y se preguntaban cómo actuó Jesús en situaciones parecidas.
Un día llegaron conmovidos porque Orteguita, un vagabundo afincado en el barrio, estaba tumbado durmiendo en un carasol. Contaron lo que sabían de su vida: que había intentado ser torero (de ahí el apodo de Orteguita), que les contaba muchas historias y hasta paraba el tráfico para que cruzaran cuando iban al colegio. Pero estaba totalmente sordo y sufrían porque nos les oía.
Les pregunté si recordaban qué había hecho Jesús con las personas marginadas.
Citaron varios hechos del Evangelio, sobre todo el del ciego Bartimeo, que cuenta el evangelista san Marcos, el que estaba pidiendo a la orilla del camino y gritaba: ¡Jesús ten compasión de mí!, y Jesús le devolvió la vista. Leímos el pasaje del Evangelio y se fijaron en que la gente decía al ciego que se callase porque molestaba: “Eran unos egoístas; sólo pensaban en ellos. Querían seguir a Jesús, pero no se preocupaban de los
necesitados”. También cayeron en la cuenta de que Jesús, al curarlo, consiguió un amigo más, pues el ciego se fue con él.
Entonces, les pregunté: ¿De qué cegueras queréis que os cure Jesús? Aparecieron muchas cegueras, descritas con hechos concretos: egoísmo, vagancia, riñas, enemistades, rezar poco, desobediencia, envidia, avaricia… Y con una tercera pregunta les invité a mirar a su alrededor y ver si había personas que esperaban de ellos que se acercasen y les ayudasen. Salió una larga lista, de la que destaco a Orteguita y a un niño
paralítico que lo llevaba su madre al colegio en una silla de ruedas y estaba muy solo.
A continuación pasamos a la acción: ¿Qué podemos hacer para ayudar a Orteguita? Propusieron varias cosas: darle la merienda, llevarle unos zapatos de sus padres, decir a los de Cáritas que le ayuden, averiguar si tiene familia y dónde vive, y una propuesta que me sorprendió: comprar a Orteguita un audífono para que los oyera.
Les dije que eso costaba mucho dinero, pero me respondieron: “Se los diremos a los niños en la Misa y verá como todos colaboran”. Fueron a preguntar el precio del audífono: ¡15.000 pesetas de las de entonces!, y las recogieron en la colecta de la Misa de tres domingos. Por fin, colocaron a Orteguita el audífono y la felicidad fue completa para él, para ellos y para todos los que habían colaborado. Invitaron a Orteguita a Misa y, al hacer la revisión, uno dijo: “Hemos hecho un milagro, como Jesús; él devolvió la vista a un ciego, nosotros hemos devuelto el oído a un sordo”.
Con este relato quiero invitar a los niños que han hecho la Primera Comunión y a sus padres a que se incorporen a los grupos del movimiento de infancia de A.C. Como veis, merece la pena.
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón