Mons. Antonio Algora Ya hemos avanzado suficientemente en el camino cuaresmal como para poder hacer un balance de lo hecho hasta ahora. Quedamos el Miércoles de Ceniza en que la limosna, la oración y el ayuno es una cuestión de justicia; exactamente decía el texto del Evangelio de San Mateo: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial». Es decir, que la práctica de la justicia tiene que nacer del interior de cada uno, nadie tiene por qué saber si cumplimos o no.
Pues bien, el Papa, en su mensaje para esta Cuaresma, nos decía una frase que puede ayudarnos a completar nuestro balance cuaresmal: «No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele».
¿Nos ha escocido la limosna que hemos hecho? Es decir, la limosna que es ese detalle que tenemos con nuestro Padre Dios, a cambio y agradecidos por la inmensa fortuna que nos ha entregado en vida, bienes y dones. ¿Esa limosna ha tocado fondo en nuestros bolsillos y nos ha ayudado a cambiar hábitos y costumbres? En una palabra y con verdad, ¿puedo afirmar que soy más pobre, que antes?
En las parroquias que visito, me dais noticia de cómo está la gente de nuestros barrios y cómo ese confesonario que es la acogida de las Cáritas parroquiales, cada día que pasa, está más lleno del sufrimiento y del dolor de familias que no encuentran manera de salir de esa pobreza que califican como severa. Llevamos ya más de tres años que los servicios sociales que tenemos concertados con la Junta de Comunidades se han visto recortados en su financiación entre un 60 y un 80% y, aunque las colectas del primer domingo de mes, dedicadas a Cáritas, siguen aumentando, no llegan a cubrir el déficit que venimos arrastrando.
Al parecer y por lo que dicen los expertos en economía, estamos remontando la crisis porque, dicen, se ha arreglado el sistema económico y todo está empezando a funcionar de nuevo después del tremendo parón que sufrieron las economías europeas. Si aplicamos el criterio del Evangelio a nuestra sociedad, ¿nos está doliendo la salida de la crisis a los que hemos seguido consumiendo, viajando, comiendo, bebiendo, gastando innecesariamente? Con toda franqueza, lo que parece es que los puestos de trabajo se crearán, los salarios subirán, y volveremos a lo mismo por la inercia del juego económico y la habilidad de los que gestionan «la cosa pública», pero nadie habla de resarcir del desastre al que se ha sometido a masas enteras que han sufrido, están sufriendo y seguirán, por mucho tiempo, sufriendo y financiando con su pobreza que el gasto social ¡bien disminuido!, no sea una carga para el Estado del Bienestar.
Que nadie piense que estas consideraciones tienen el interés de urgar en heridas y pasar facturas políticas o sociales. No. Mi única intención es que la Iglesia, nuestra Iglesia que peregrina en Ciudad Real, personal y comunitariamente se siga planteando eso que, además de la catequesis y la liturgia, es el amor fraterno o caridad que hace posible la presencia de Jesucristo Resucitado, pues sin Él no hay salvación. Nuestra caridad es o debe ser ante todo y sobre todo expresión de nuestra fe y esperanza en que Jesucristo el Señor resucita en la Pascua ya cercana. La limosna, la oración y el ayuno son los medios cuaresmales ¡evangelizadores! para traer Buena Noticia de la Salvación de Dios.
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real