Mons. Leonardo Lemos Un año más nos preparamos para celebrar el Día del Seminario. En esta ocasión la jornada la celebraremos el domingo día 16 de marzo. En nuestra Diócesis de Ourense esta ha sido siempre una institución muy querida y apoyada por todo el Pueblo de Dios: sacerdotes, religiosos/as y laicos. Es cierto que en los últimos años hemos experimentado un fuerte bajón en las vocaciones al ministerio ordenado, hecho que responde a una serie de factores que no es este el lugar para analizar y, además, ya lo hemos hecho en otras ocasiones. Lo que importa es mirar hacia adelante y trabajar con esperanza; solo Dios nos concederá vocaciones si cada uno de nosotros, de acuerdo con nuestra vocación, somos fieles.
Desde mi llegada a esta Iglesia de Ourense me esforcé por estar cerca de esta institución de vital importancia para todos los creyentes; he aconsejado que se llevasen a cabo algunos proyectos, de manera especial en el Seminario de la Inmaculada: la apertura del Seminario Menor a los alumnos externos, sin perder el ideario del Seminario, ha sido una de ellas y, a pesar de las dificultades económicas que estamos experimentando en nuestra sociedad, de la que no es ajena ni la Diócesis, ni el Seminario, nos hemos esforzado por invertir en la adecuación de los instrumentos técnicos necesarios para conseguir, entre otros objetivos, una educación de calidad. Se ha experimentado un ligero repunte en el alumnado, sin embargo, creemos que no es suficiente, de ahí que os ruego a todos los diocesanos que os planteéis una pastoral vocacional más “agresiva“, saliendo al encuentro de esos niños y jóvenes ¡que los hay! para que se acerquen y conozcan el Seminario.
Por otra parte, aunque el cauce natural de acceso al Seminario Mayor sigue siendo el Seminario Menor, esto no quiere decir que no “salgamos” a los otros ámbitos de la vida académica, profesional y lúdico-deportiva a donde acuden nuestros niños y jóvenes. Es necesario apostar en serio por esos otros lugares, los auténticos “atrios” de nuestros jóvenes, en donde transcurren gran parte de sus horas. De manera especial quisiera rogarle a los sacerdotes jóvenes y a los seminaristas, a los catequistas y profesores de religión, así como a todos aquellos que están en relación con la pastoral juvenil y universitaria, que tienen que salir a esos nuevos “atrios de evangelización” que es una auténtica cantera vocacional que todavía no hemos cultivado lo suficiente.
El papa Francisco, en su audiencia con motivo de la Visita ad limina, que finalizó el pasado viernes día 7 de marzo, insistió en que cuidásemos el Seminario y la pastoral vocacional; afirmó además, que no nos podemos dejar llevar por el desaliento ante la carestía vocacional que se está experimentando en nuestro país. ¡Todo lo contrario! Nos invitó a no bajar la guardia en la selección de los candidatos a las Ordenes Sagradas y nos previno contra ese fenómeno que se está observando en el trasiego de supuestas vocaciones, que van de un lugar a otro, en realidad –decía el papa- son jóvenes con dificultades psico-afectivas que buscan instituciones que les den seguridad, una de ellas son los Seminarios. A los Obispos nos dijo que debemos estar atentos y en caso de duda sobre la idoneidad de alguno de los candidatos, no se duda a la hora de apartarlos de ese camino, aunque a veces –añadió – corráis el riesgo de equivocaros por ser demasiado exigentes. Es menos dañino a la Iglesia el rechazo de un posible candidato que el proceder a su ordenación con dudas, porque tarde o temprano generan graves problemas en los Presbiterios diocesanos. En este mismo sentido nos decía en su primera exhortación: A pesar de la escasez vocacional, hoy se tiene más clara conciencia de la necesidad de una mejor selección de los candidatos al sacerdocio. No se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si éstas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico.[1] Nuestro Seminario es esa matriz de la Iglesia diocesana que todos debemos mimar y custodiar de tal modo que en él se formen aquellos que están llamados a ser pastores según el corazón de Dios (cf. Jer. 3,15) que aprendan en la escuela del Evangelio la asignatura de la misericordia divina y poder llevar a todos nuestros conciudadanos el consuelo y la esperanza que es la alegría de la fe.
El Papa nos insistió en que debemos mostrar sumo interés por la pastoral vocacional, porque es un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes; que nos preocupásemos, también, de que los seminaristas tuviesen acompañamiento espiritual -dirección espiritual decía el- y, no solo en el Seminario, sino mucho más al dejar el Seminario, en el ejercicio de los primeros años del ministerio y, añadió: y a lo largo de toda vida. El mismo se puso de ejemplo al manifestar, en público, que de quince en quince días hacía su confesión.
Todos tenemos que comprometernos con el Seminario, de manera especial los sacerdotes, los padres de familia, los religiosos/as, los profesores y catequistas y, como no, también los jóvenes que, aunque no se sientan llamados por el Señor a esta hermosa vocación, sin embargo, deben estar atentos a suscitar esa interrogante en sus compañeros de trabajo, de colegio, o en el campus universitario. ¡Todos!, absolutamente todos los hijos e hijas de la Iglesia que nos hemos dejado fascinar por la alegría del Evangelio, debemos sentirnos apremiados por el querer del Señor: Rogad al dueño de la mies… o bien, lanzar las redes… mar adentro, porque Dios sigue llamando y la necesidad de buenos sacerdotes que experimenta la Iglesia es muy grande.
Por otra parte, además de la oración y de lanzar las redes para la captura y la proposición a los jóvenes de su posible vocación, también es necesario que ayudemos al Seminario porque los tiempos son duros, también económicamente; las dificultades que se experimentan en muchas familias y en algunos conciudadanos, también se viven en este hogar de vocaciones que es el Seminario en donde se necesita mucho nuestra ayuda económica.
Volvamos la mirada de nuestro corazón a la Santísima Virgen, Madre del Divino Maestro y de los corazones jóvenes, que nos conceda buenas y santas vocaciones para el sacerdocio y, a cada uno de nosotros, que nos dé el coraje necesario para llevar a cabo una pastoral vocacional más exigente y comprometida, y una mayor generosidad con el Seminario.
Con todo mi afecto os bendigo.
+ J. Leonardo Lemos
Obispo de Orense