Mons. Carlos Escribano Este domingo, que coincide con la fiesta de la Presentación del Señor, celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Desde 1997 se viene celebrando esta Jornada, instituida por el beato Juan Pablo II con el objetivo de dar gracias a Dios por el don a su Iglesia de la Vida Consagrada, para que sea conocida y valorada por todo el pueblo de Dios y para dar gracias por y con los consagrados por la ofrenda de su vida en favor de los demás.
Con el Papa Francisco queremos descubrir la alegría de evangelizar, despertar al mundo y dejar atrás cualquier tentación que nos impida vivirla y trasmitir el evangelio a los demás (Cfr. EvG 78). Y a ello llama especialmente a los consagrados. En su diálogo espontaneo con la Unión de Superiores Generales el pasado Noviembre en Roma les decía: “La Iglesia debe ser atractiva. ¡Despertar al mundo!¡Sean testimonio de un mundo distinto de hacer, de actuar, de vivir! Es posible vivir de un modo distinto en este mundo (…) Se trata de dejar todo y seguir al Señor (….) Los religiosos siguen al Señor de modo especial, de modo profético. Yo espero de ustedes este testimonio. Los religiosos deben ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo!”
El Papa nos exhorta a no dejarnos robar la alegría evangelizadora (Cfr. EvG 83). La alegría en la vida cristiana, pero especialmente en la vida de los consagrados, es signo de la presencia de Dios en sus vidas y en la de sus comunidades. Alegría que surge del encuentro con Dios y de hacer experiencia de su presencia misericordiosa en nuestras vidas para poder trasmitirla a los demás: “estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante para que nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios y transmitirla”. (Francisco, Homilía a seminaristas y novicias, 7 de Julio 2013)
Esta labor tan ingente exige manos generosas, requiere de personas entregadas que nos hagan ver con actitud agradecida la importancia de la vida consagrada. En nuestra diócesis este año hemos vivido con tristeza la despedida de tres comunidades religiosas: las Hijas de la Caridad de Alcorisa, las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor de Teruel y las madres Dominicas de Albarracín. También hemos vivido con esperanza y gratitud la llegada de una nueva comunidad a Teruel: las hermanas de Santa Teresa del Niño Jesús de Buea; y la profesión Solemne de Sor Bernardete el pasado 18 de Agosto en el monasterio de las Madres Agustinas de Mora de Rubielos y la toma de hábito de Inmaculada Alcocer en las Carmelitas de Teruel, esta misma tarde.
Queridos consagrados es mucho lo que sabemos que os debemos y lo que os necesitamos. Rogamos por vosotros para que sigáis ofreciendo vuestra vida en favor de los demás, reviviendo el amor primero que os movió a vivir el carisma de vuestra congregación. Os necesitamos para despertar al mundo. Y os pido una oración especial en este día por Agustín, que ha sido estos últimos años delegado episcopal para la vida religiosa, que os sirvió con alegría y dedicación y que falleció el pasado 20 de Enero. Descanse en paz.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín