Mons. Manuel Ureña El próximo sábado, día 12 de octubre, celebraremos un año más el núcleo esencial de la tradición pilarista tan afincada en nuestra historia. Como es de todos conocido, según esta tradición, la Virgen María, que el año 40 aún vivía en Jerusalén, vino a Cesaraugusta a encontrarse con el apóstol Santiago el Mayor, hermano del apóstol y evangelista Juan, “los hijos de Zebedeo”, para confortar al primero en su tarea de evangelización de Hispania. Más tarde, en recuerdo de tal acontecimiento, se levantaría en el mismo lugar, junto al río Ebro, una capilla en honor de Santa María, destinada a venerar la imagen de la Señora sobre un pilar o columna.
Pues bien, en el último tramo del Año de la fe que estamos viviendo, contemplamos a María, la Madre del Señor, como mujer de fe y de esperanza inquebrantables en la Revelación positiva de Dios. De esta fe dio ella testimonio ante Santiago y sus prosélitos en el año 40 de nuestra era. Y a esta misma fe nos sigue urgiendo María dos mil años después.
En 2010 el Papa Benedicto XVI nos recordaba en “Verbum Domini” que es preciso renovar la fe de la Iglesia en la Palabra de Dios. Y nos decía que, para ello, es necesario mirar allí en donde la reciprocidad entre Palabra de Dios y fe se ha cumplido plenamente, esto es, en María Virgen, la cual, con su sí a la Palabra de la Alianza y a las exigencias de ésta, cumple perfectamente la vocación divina de la humanidad. Ella, desde la Anunciación hasta Pentecostés, se nos presenta como mujer enteramente disponible a la voluntad de Dios. Virgen siempre a la escucha, vive en plena sintonía con la Palabra divina.
Es, pues, necesario ayudar a los fieles a descubrir el vínculo existente entre María de Nazaret y la escucha creyente de la Palaba de Dios. Ella fue la creyente perfecta, la mujer de fe por antonomasia. Bien lo reconoció su prima Isabel en el acto de la Visitación: “Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá” ( Lc 1, 45). Más todavía: con su fe total en la Palabra divina, María coopera de modo decisivo a la entrada del Verbo eterno en el tiempo. En efecto, María, al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, llega a convertirse en madre de la Palabra encarnada.
Caminando tras las huellas de María, creamos también nosotros en la Palabra de Dios, palabra que encierra la verdad completa, la verdad que todo hombre busca por naturaleza a través de su razón, pero que sólo alcanza cuando se abre en totalidad a la palabra revelada. Y, penetrados por la Palabra de Dios, también nosotros, como dice San Ambrosio, concebiremos de algún modo y engendraremos al Verbo de Dios en sí mismo. Pues, si, en cuanto a la carne, sólo existe una Madre de Cristo, en cuanto a la fe, Cristo es el fruto de todos.
Oremos a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe, con la oración con que el papa Francisco cierra la carta encíclica “Lumen fidei”:
“¡Madre, ayuda nuestra fe!”
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de Él, a creer en su amor,
sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que, quien cree, no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con ojos de Jesús,
para que Él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que
llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Este año ocupará la presidencia religiosa de nuestras fiestas patronales el Excmo. y Rvdmo. Mons. P. Jean-Louis Bruguès, O.P. Nacido el 22 de noviembre de 1943 en Bagnères-de-Bigorre, diócesis de Tarbes-Lourdes, en Francia, Jean-Louis Bruguès, cursó amplios estudios de Humanidades, de Derecho, de Ciencias Políticas y de Filosofía en las universidades de Montpellier, Madrid, París y Estrasburgo. Alcanzado por la vocación a la vida consagrada, entró en la Orden de Predicadores, haciendo su noviciado en Lille (1968-1969). Continuó sus estudios filosóficos y teológicos en Estrasburgo (1970-1972), Paris (1972-1973) y Toulouse (1973-1976). Posteriormente obtuvo el grado de doctor en teología. Y fue ordenado sacerdote el 22 de junio de 1975 en Toulouse.
Tras una larga historia jalonada por grandes éxitos académicos y pastorales, y por altos cargos de dirección en la Orden de Predicadores, el 20 de marzo de 2000 Bruguès fue nombrado obispo de Angers por el Papa Juan Pablo II.
En la Conferencia Episcopal Francesa recibió importantes encargos, como el de Presidente de la Comisión Doctrinal. Por su parte, la Santa Sede lo nombró miembro de la Comisión Teológica Internacional desde1986 hasta 2002. El 10 de noviembre de 2007, el Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo Secretario de la Congregación para la Educación Católica. Desde el 19 de noviembre de 2009 es también consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Finalmente, el martes 26 de junio de 2012, el papa Benedicto XVI lo nombró Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana en sustitución del Cardenal Raffaele Farina.
Estamos muy contentos de que tan noble y distinguida persona nos acompañe en las fiestas de Santa María del Pilar y presida sobre todo la Misa de la fiesta.
+Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza