Mons. Francesc Pardo i Artigas Dos hechos me sugieren esta reflexión. Se ha iniciado un nuevo curso escolar, con todo lo que ello supone para las familias conscientes de su responsabilidad en la educación.
Hace unos meses, los obispos publicamos un documento con este título: “Orientaciones pastorales para la coordinación entre la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe”.
La relectura del documento y el comienzo de un nuevo curso me han hecho pensar en la responsabilidad que tenemos los cristianos en los ámbitos familiar, parroquial y escolar, en la transmisión de la fe, ya sea por la opción de una escuela cristiana, o por la clase de religión en los centros públicos. El documento reconoce que la cultura de nuestro tiempo ha conquistado y adquirido valores importantes que humanizan muchos aspectos de la vida personal, comunitaria y social. Pero, al mismo tiempo, se constata un déficit en la transmisión de algunos valores, y más concretamente en referencia a la comunicación y educación en la fe, para que la formación de la persona sea plena e íntegra.
Permitidme un breve apunte sobre el concepto de la transmisión de la fe. Se trata, fundamentalmente, de ofrecer a otros nuestra ayuda, nuestro testimonio de vida, obras y palabras, para que puedan encontrarse con Jesucristo, tengan experiencia de Él, escuchen sus propuestas de vida y salvación y libremente las acepten.
Esta transmisión pasa fundamentalmente por la familia, la parroquia y la escuela que, como ámbito de educación global, asume también una responsabilidad en cuanto a la educación en su dimensión religiosa.
A la familia y a la parroquia, dedicaré futuras reflexiones. Hoy la dedico a la escuela, dado que ya se ha iniciado el curso escolar. Lo hago sencillamente, utilizando fragmentos de una carta que dirigí a los niños y jóvenes que habían escogido la clase de religión, a sus profesores y padres. Puede que así se entienda mejor.
“Te escribo para felicitarte, a ti y a tus padres, por haber escogido estudiar religión católica. Es muy importante para tu vida conocer a Jesús, lo que dijo e hizo, por qué murió y resucitó. Lo sabemos porque escogió unos amigos –discípulos- para que explicasen a todo el mundo lo que había sucedido. Así también tú puedes saber por qué hoy, tantos millones de hombres y mujeres, niños, niñas y jóvenes, confían en Jesús y
quieren vivir como Él nos han enseñado. Sobretodo entenderás mejor lo que Jesús te ofrece para que puedas ser más feliz, para que te sientas muy querido o querida, porque Él quiere ser tu amigo para siempre.
En la clase de religión católica descubrirás un único libro –en realidad, se trata de muchos libros en uno solo-, la Biblia, en el cual se nos comunica cómo Dios se dio a conocer al pueblo de Jesús y a todo el mundo. Leer y entender este libro nos ayuda primero a conocer a Dios y lo que quiere para nosotros, pero también nos ayudará a comprender mejor los pensamientos, los escritos, el arte, las leyes, las costumbres y la
historia de nuestro país y de gran parte de la humanidad.
Los cristianos, como amigos de Jesús, formamos la Iglesia, que durante muchos años se ha extendido por todo el mundo, formando obispados –como en Girona-, parroquias, monasterios, escuelas… Se han escrito muchos libros sobre quienes somos y en qué creemos. Hemos construido iglesias y catedrales, hemos edificado hospitales y centros de acogida para los pobres; hemos trabajado para que cada persona sea respetada en
todos sus derechos, tenga libertad, pueda vivir en paz y reconozca en los demás a sus hermanos y hermanas.
Es verdad que en algunos momentos ciertos cristianos se han equivocado y no han seguido el camino señalado por Jesús. También nos sucede a nosotros. Por ello hemos pedido y pedimos perdón.
Estudiando la religión católica descubrirás todo aquello que es importante para vivir, el tesoro de la vida. Aprenderás que debemos amar siempre a toda persona, mayor o no, perdonándola aunque no nos sea simpática.
También te enseñarán que debemos amar y trabajar por el país en que vivimos y por toda la humanidad.
Tu y yo hemos de sembrar una buena semilla para que todo el mundo pueda ser y vivir mejor”.
Gracias, padres; gracias, profesores; gracias, escuelas. La buena semilla sembrada siempre puede dar buenos frutos.
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona