Mons. Antonio Algora En esta semana, comenzamos celebrando el Nacimiento de la Santísima Virgen María y terminamos en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Comienzo, pues, de preparación, por parte de Dios Padre para poder enviar, a su tiempo, al Espíritu Santo sobre esta “Mujer” que nace hoy y que mañana será la Madre del Verbo de Dios hecho hombre. La Exaltación de la Santa Cruz nos recuerda la entrega de Jesucristo por su muerte, y con María al pie de la Cruz recibiendo el Testamento de su Hijo para hacerse cargo de todos nosotros como Madre nuestra.
La comunidad diocesana, la Iglesia que peregrina en Ciudad Real, debe también ir preparando el curso 2013-2014 donde deberemos seguir a Nuestro Señor Jesucristo en la entrega de la vida para hacernos cargo del Testamento de Sangre del Señor y ofrecerle nuestra humilde aportación que traiga nuevos hijos a la Iglesia, que, como María es Madre fecunda que nos engendra a la fe por el Bautismo y los sacramentos, nos instruye con la Palabra -el Verbo de Dios- y nos enseña a vivir desde el mandamiento del Amor de un modo nuevo que nos salva y nos hace escapar de este mundo de corrupción.
Volvernos a encontrar como Comunidad… debe ser el momento de agradecer a Dios el Nacimiento de Santa María, sí, que nos evoca cómo Dios Padre ha preparado el camino del Nacimiento de la Iglesia allá en Pentecostés, cuando María, reunida con los Apóstoles, recibieron el Espíritu Santo. Nos volvemos a reunir después de la dispersión veraniega y nos reconocemos de nuevo cada uno en su modo concreto de seguir al Señor: sacerdotes que reúnen a catequistas, cantores, lectores, monaguillos, personas que asean y cuidan el templo y los salones parroquiales, voluntarios de Cáritas, dirigentes y cofrades de nuestras Hermandades, Asociaciones y Movimientos apostólicos, miembros de los Consejos de economía y de Pastoral de la Parroquia… fieles que estáis metidos de lleno en la vida social, política, educativa, laboral, de los negocios, familiar etc. y ese sin fin de fieles que desde sus casas a causa de la enfermedad, de la ancianidad o de la imposibilidad física de asistir a nuestras celebraciones se sienten miembros del Pueblo de Dios.
Todos formamos la Iglesia de Jesucristo, tenemos la misión de hacer presente al Resucitado como miembros de este Cuerpo Místico, pero no por ello menos real, que es la Iglesia. A lo largo del curso que comenzamos iremos haciendo el Camino, la Verdad y la Vida del Salvador que sabemos acaba en la entrega de la Vida en la Cruz… nos ha de resonar en la mente, en el corazón y en las actividades de nuestras manos aquella afirmación y envío de Jesucristo: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera. (Mt 11, 28-30)
Lejos de los maléficos signos del síndrome post vacacional, emprendemos de nuevo la tarea seguros de que es el Señor al que representamos, ciertos de que somos testigos del Amor de Dios Padre para todos los que nos tratan y contemplan y reconocen como católicos. Ciertamente no es algo fácil y placentero, como María, estar al pie de la Cruz que exaltamos como el instrumento de nuestra salvación donde Jesús entregó la Vida, queremos recibir a todos los que nos rodeen en este curso como hermanos, puesto que es a María como Madre de todos a quien somos confiados: “Ahí tienes a tu Madre”. Dichosos porque como Ella “Creemos”.
Vuestro obispo,
† Antonio.
Obispo de Ciudad Real