Mons. Carlos Escribano La Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro se ha convertido en el gran acontecimiento eclesial del verano. De un modo especial para todos los peregrinos, casi tres millones, que acudieron al encuentro y tuvieron la fortuna de encontrarse con el Papa Francisco, en su primer viaje fuera de Italia desde que comenzó su pontificado. También para los jóvenes de nuestra diócesis que tuvieron la oportunidad de participar desde la distancia, desde Fátima y el Rocío, de ese gran acontecimiento acompañados por casi 10.000 jóvenes andaluces: otro lugar, un mismo corazón.
Fueron muchas las alocuciones, discursos homilías que el Papa pronunció durante esos días. Estoy seguro que muchos de nosotros hemos hecho una lectura pausada de los mismos o nos hemos dejado cuestionar, cuando menos, por los titulares que entresacaban de las palabras del Papa los medios de comunicación.
Yo me permito en estas líneas subrayar dos momentos que me parece que iluminan muy bien el arranque de este nuevo curso y que pueden convertirse en estímulo para desarrollar en profundidad nuestro Plan Diocesano de Pastoral.
En primer lugar me gustaría detenerme en unas palabras que ya se han hecho celebres y que dirigió a sus compatriotas, los jóvenes argentinos, que participaban en la JMJ (25-7-2013): “Quisiera decir una cosa: ¿qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Espero lío. Que acá adentro va a haber lío, va a haber. Que acá en Río va a haber lío, va a haber. Pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera… Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir; si no salen se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG”.
“Quiero lío en las diócesis”, también en la de Teruel y Albarracín. Salir de nosotros, desinstalarnos, romper con nuestras situaciones de aburguesamiento, ponernos en misión para mover muchos corazones al encuentro con Dios. ¡Vaya reto sugerente nos hace el Papa! Ojalá encontremos nosotros caminos adecuados para dar una respuesta satisfactoria a esta llamada.
El mismo Papa Francisco nos daba algunas pistas en su alocución al episcopado brasileño (27-7-2013): “…Dios quiere manifestarse precisamente a través de nuestros medios, medios pobres, porque siempre es Él quien actúa. Queridos hermanos, el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor. Ciertamente es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes”. Y continuaba diciendo: “Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De acompañar a casa? En Jerusalén residen nuestras fuentes: Escritura, catequesis, sacramentos, comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles… ¿Somos capaces todavía de presentar estas fuentes, de modo que se despierte la fascinación por su belleza?”
Os dejo con estas preguntas incisivas que todos deberíamos incorporar en nuestra planificación pastoral para este curso. Y pedimos al Señor y a Santa María su Madre que sean muchos los frutos que se deriven de estas Jornadas Mundiales de la Juventud.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín