Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
Un curioso preguntó a Jesús cómo iba a ser eso de la salvación: «¿serán muchos los que se salven?». Jesús simplemente le contesta con esta frase: «Luchad por entrar por la puerta estrecha porque muchos pretenderán entrar y no podrán» (Lc 13, 24) La salvación que Cristo ofrece a los hombres es universal, no tiene cortapisas ni de razas, ni de fronteras: «vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios» (Lc 13, 29) Dios llama a todos sin excepción a la salvación porque Él entregó su vida para obtener la salvación de todos los hombres; pero esta salvación nos pide a cada uno de nosotros unas actitudes bien concretas y un estilo de vida bien definido expresado en las bienaventuranzas.
Vivir el estilo de las bienaventuranzas, el estilo de vida que Cristo predicó y enseñó con su vida y ejemplo, resulta duro, difícil, porque supone ir contracorriente. El mundo y la sociedad ofrecen unas puertas mucho más anchas por las que entrar y vivir, una vida mucho más facilona en la que lo primero es mi placer, mi bienestar y mi yo. Jesús nos pone -como lo primero de todo- el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor a los hermanos. Este amar a Dios antes que nada y sobre todo supone saber decir no a determinadas llamadas del mundo, supone esforzarnos por entrar por esa puerta estrecha que lleva a la Vida.
Hay otras puertas más anchas que no llevan a la salvación sino a la perdición; por eso, Cristo nos advierte y nos anima a luchar, a esforzarnos por entrar por la puerta estrecha, por aquella que sabemos que nos va a llevar a que un día nos encontremos con Jesús cara a cara para gozar con Él para siempre. No sirven las medias tintas, no sirve querer ser servidor de Jesús y, al mismo tiempo, ser del mundo y seguir al mundo, querer ser uno más del mundo queriendo ser al mismo tiempo cristiano.
El Señor nos pide que nos definamos, que sigamos el camino que Él nos marca aunque nos resulte más tortuoso y menos asfaltado, porque sabemos que por él llegaremos a la salvación. Ahora bien, si preferimos vivir por los anchos caminos, por los derroteros fáciles de la vida, puede ser que cuando llamemos a la puerta para que nos abran la encontremos cerrada y nos diga el Señor desde dentro que no nos conoce.
Renovemos nuestra fe, convirtámonos a lo que el Señor nos pide y seamos consecuentes en nuestra vida viviendo los valores del Evangelio, el estilo de vida de Jesús; seguro que encontramos la puerta de la Vida abierta para nosotros.
+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma- Soria