Mons. Jaume Pujol Los grandes acontecimientos tienen muchas veces comienzos discretos. El anuncio de la llegada al mundo del Mesías, tan esperada durante siglos, lo recibió una joven judía de Nazaret, de nombre María, sin que nada trascendiera, fuera de su intimidad, en los primeros momentos.
El 11 de febrero de 1858 sucedió otro hecho también en el más absoluto silencio. Sólo un paraje del río Gave fue testigo de la aparición de la Virgen a una chica, hija de un molinero de Lourdes. La historia de las sucesivas manifestaciones de la Madre de Dios a Bernadette Soubirous, de las incomprensiones y rechazos que sufrió, es muy conocida; pero aún lo es más la devoción universal que se centra en este punto geográfico del sur de Francia, al que millones de personas acuden cada año de forma personal u organizada.
En estas fechas veraniegas en que nos encontramos, Tarragona peregrina una vez más al santuario mariano. Lo hace en el marco de las peregrinaciones que lleva a cabo la Hospitalitat de la Mare de Déu de Lourdes desde hace 40 años.
Fue en 1973 cuando, por feliz iniciativa del arzobispo Pont i Gol, se constituyó esta asociación que forma parte de la delegación diocesana de Pastoral de la Salut, siendo el primer presidente y consiliario Mn. Ramon Mercadé. Desde entonces han sido miles los enfermos que han podido viajar a la Gruta de Massabielle gracias a innumerables voluntarios que les acompañan.
Desde el primer momento de mis responsabilidades episcopales he querido viajar con ellos y añadir mi pequeño esfuerzo al de tantos cuidadores. Gracias a ello soy testigo de la alegría que preside tanto la estancia de las personas enfermas como de aquellas que las ayudan, formando parte de la peregrinación de Tarragona, pero confundidos entre otros peregrinos de todas las lenguas y razas llegados de Europa y de países lejanos.
Bernadette murió el 16 de abril de 1879 y fue canonizada el 8 de diciembre de 1933, por lo que pronto se cumplirán 80 años. Sobre todo a partir de esta fecha, la devoción a esta santa pasó a ser universal y va muy ligada a una práctica cristiana que deseo encarecer: el rezo del Santo Rosario.
La joven llevaba uno en el bolsillo cuando se le apareció la Virgen y comenzó a rezarlo en presencia de la Madre de Dios. Desearía que en todas las familias cristianas fuera habitual el rezo de esta oración mariana por excelencia. Y que, aunque sea difícil evitar las distracciones en algún momento, hagamos el propósito de rezarlo con el pensamiento puesto en la Virgen y en los misterios de la vida de Cristo. El papa Francisco nos ha animado a rezarlo.
Que lo ofrezcamos a menudo por los enfermos. Tanto en Lourdes como en nuestra casa, podemos pensar en ellos y pedir por sus necesidades. Los enfermos son los preferidos de Cristo. También deben estar en el primer plano de nuestros pensamientos e intenciones.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado