Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
Estamos viviendo el Año de la fe y, en él, nuestra Misión diocesana “Despertar a la fe”; dos acontecimientos que nos hablan de una misma realidad: el seguimiento de Jesús. Desde ambos acontecimientos estamos recibiendo continuamente una llamada a revisar nuestra fe para renovarla, para hacerla más auténtica porque quizás el ambiente, la rutina y tantas otras causas nos hacen percibir que nuestra vida interior se ha quedado lacia, sin demasiada vida y es necesario revitalizarla, renovarla.
El Evangelio de este Domingo nos hace una llamada a esta renovación de la fe por medio de las palabras de Cristo a tres personajes: el primero es aquél que se le acerca y, en un arranque de querer decir a Jesús que quiere ser su discípulo, le dice “Te seguiré donde quiera que vayas” (Lc 9, 58) Jesús le aclara las cosas y le pone las cartas boca arriba para decirle: ¿Tú sabes bien lo que dices? Fíjate que “las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Lc 9, 58) Nosotros también decimos que queremos seguir a Jesús pero, muchas veces, a nuestra manera: con una fe cómoda, una fe en la que todo vale, para la que no quiero renunciar a nada mundano, una fe tan insulsa que no interpela a nadie ni responde a lo que el Señor pide. El seguimiento de Jesús lleva consigo vivir sólo desde Él y para Él; vivir así supone renovar nuestra fe de acuerdo con lo que Él nos pide.
El segundo personaje es al que Jesús le dice “sígueme” y él le responde que le deje primero ir a enterrar a su padre (cfr. Lc 9, 60) Otra situación que se suele dar en nosotros: sentimos que el Señor nos llama a seguirle y a seguirle con verdadera autenticidad pero nosotros queremos ocuparnos de nuestras cosas, de nuestro intereses, de nuestras preocupaciones para sólo después seguirle.
El tercero le quiere seguir pero primero quiere que le deje despedirse de su familia. Jesús le responde con toda claridad que “quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no vale para el Reino de Dios” (Lc 9, 62) Quien sigue a Jesús debe hacerlo con toda su alma, con todo su ser, de tal manera que lo demás pierda valor y ni siquiera se acuerde de ello porque solo Él va a llenar de verdad el corazón de su seguidor y no las cosas que encontramos en nuestro camino.
Tres personajes que reflejan la exigencia de la fe en el Señor y nuestra manera pobre y débil de vivir nuestra fe. Desde estas situaciones evangélicas (y desde lo que el Señor enseña) recibimos una profunda llamada a la autenticidad cristiana, a la vivencia de una fe plena; una llamada, en definitiva, a renovar nuestra fe porque, a veces, queremos compaginar el seguimiento de los criterios del mundo con el seguimiento de Jesús. ¡Cuántas veces sentimos querer seguirle pero sin desprendernos del todo de nuestros egoísmos y de nuestras cosas! También nosotros hemos comenzado a seguirle y a veces seguimos añorando el estilo de vida de los que viven al margen de Dios.
Que este Año de la fe y la vivencia del espíritu de la Misión diocesananos ayuden a preguntarnos muchas veces: ¿qué debo renovar en mí para ser un auténtico seguidor de Cristo? Renovemos nuestra fe para que sea transformadora de nuestra vida, más comprometida y más misionera. Pidamos al Señor que nos ayude a transformar nuestra vida en una mucho más auténtica.
+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria