Mons. Jesús García Burillo Queridos abulenses:
La exposición de Las Edades del Hombre en Arévalo está teniendo un enorme éxito. Los visitantes de “Credo” se van dejando seducir por la belleza de las piezas artísticas y descubren en ellas no sólo lo que perciben con la vista o incluso con el tacto, sino también el trasfondo revelador que ha inspirado al artista. Ese trasfondo es la esencia de “Credo”, esto es, la fe y la verdad revelada. Las imágenes expuestas no son sólo el fruto de la imaginación y del talento del artista, sino también la verdad que lo ha inspirado, la presencia del Invisible. Sólo esta presencia es la que da sentido a la obra.
El arte religioso es la expresión de una verdad revelada, de una verdad que trasciende y da sentido a la belleza y a la forma impresa por el artista. Es una confesión de fe y una epifanía del Absolutamente bello. Una confesión creyente que nace en el corazón del artista con los trazos y el estilo que le brindan una cultura y una época concreta de la historia. Las imágenes religiosas expresan figurativamente aquella experiencia de relación con Dios que desvela contemporáneamente la verdad del hombre. A su vez, esa presencia misteriosa, silenciosa y velada de Dios en el mundo resuena en la belleza de las obras.
Es esa presencia divina la que llena de sacralidad una imagen. La imagen manifiesta el misterio de Dios, lo hace comprensible, cercano, visible o palpable.
Toda obra de arte religioso está impregnada en cierta medida por el misterio de la encarnación: misterio en el que Jesucristo es su icono único e irrepetible. Cristo, Dios revestido de carne mortal, es el icono más acabado y perfecto en cual no sólo podemos contemplar al hombre pleno, sino también del cual toma su esencia todo arte religioso.
Dios se ha ce especialmente presente en las imágenes sagradas. Nuestras iglesias y ermitas, nuestras fiestas populares, están llenas de imágenes que expresan la devoción, el sentimiento que nace de la fe del pueblo sencillo, y conmueven nuestros sentidos con el fin de llevarnos al conocimiento de Dios y su misterio de amor, estimulando el crecimiento de la fe. Para el creyente, las variadas imágenes u obras artísticas de carácter religioso, por su carácter sacro, nos remiten a la presencia de Dios y nos invitan a una confesión de fe y a la contemplación del
misterio divino.La belleza del arte religioso, el porqué de su existencia, no está sólo en función del placer -más allá de ser una fiesta para nuestros sentidos-, lo bello nutre el espíritu y lo ilumina; más aún, ilumina el camino de la fe, desvelando lo invisible de Dios. Lo bello coloca al hombre entero en una especie de convivencia, de comunicación y comunión con el trascendente, con aquella realidad metafísica que sobrepasa la obra misma y nuestros sentidos.
Después de la encarnación del Verbo todo está dominado por el rostro de Dios. Cristo es el Icono viviente de lo divino y nos pone en relación con Dios. Del mismo modo, las imágenes religiosas no sólo nos hablan de Dios sino que también nos ponen en relación con Él. De ahí su carácter sagrado y devocional. Por eso el arte religioso pertenece al mismo ámbito de lo sacramental y de la liturgia. Al ámbito sacramental porque por su carácter simbólico nos remite a una realidad más profunda y trascendente; y al ámbito litúrgico porque nos pone en relación con Dios y participa de la expresión cúltica con la que se alaba y da gloria a Dios.
Queridos diocesanos, que sepamos descubrir por medio de la belleza de las obras de arte sacro aquella verdad sobre Dios y sobre el hombre que se nos ofrece invitándonos a una relación más viva y auténtica con Dios, fuente y origen de toda belleza. La exposición de Arévalo y el arte de nuestras iglesias son una invitación a creer y a crecer en la fe.
Con mi bendición.
+ Jesús García Burillo
Obispo de Ávila