Mons. Francesc Pardo i Artigas Si Dios quiere, el próximo martes día 25 de junio se inicia la 48 peregrinación de la Esperanza a Lourdes con enfermos y discapacitados, finalizando el día 29 de junio.
Unas 800 personas, entre enfermos, camilleros, enfermeras, familiares, peregrinos, sacerdotes y un servidor, celebraremos esta 48 peregrinación al santuario a la Madre de los enfermos, de la Reina de la salud, la Virgen de Lourdes.
Fijaos en el nombre, “Peregrinación de la Esperanza”. Es del todo significativo, porque viajamos con la esperanza de curar el cuerpo y el Espíritu. Estoy convencido que, en cada peregrinación, los participantes también se han sentido curados, puede que no de todas las enfermedades corporales, pero sí de algunos de aquellos “malos espíritus” que tanto dañan a las personas y a los que con ellas conviven.
Recordad que Jesús sanaba a algunos enfermos que sufrían enfermedades corporales, pero también sanaba de los “malos espíritus”: perdonaba. Ello quiere decir que sanaba del peor de los males, el pecado.
También me agrada que se denomine “de la esperanza” por la cantidad de jóvenes que participaran como camilleros y enfermeras. Tener la experiencia de estar junto a un enfermo que afronta con serenidad, con fe y con un cierto buen humor su enfermedad, será de mayor ayuda para sus vidas que ciertos discursos o lecciones sobre valores. Es muy importante el testimonio de los enfermos. Personalmente son ellos, los enfermos, quienes me evangelizan, los que me enseñan como vivir el Evangelio desde las situaciones más difíciles.
Contemplar como las personas que hace años participan en la peregrinación sirviendo a los enfermos de mil formas diferentes hasta el agotamiento te devuelve la confianza en las personas y te ayuda a valorar el núcleo más firme de la bondad de cada uno, más allá de las apariencias.
Que jóvenes y mayores formamos una familia en torno al altar, entorno a la imagen de María, en las procesiones, durante los encuentros y diálogos… ayuda, y mucho, a vivir la fraternidad cristiana. Siempre tengo la esperanza en que todos redescubrimos el rostro de Cristo en el de quines más sufren, pero también lo reconocemos presente y actuando en las celebraciones de la Eucaristía, de la penitencia y en otros actos de plegaria.
Personalmente, este año, tras la delicada intervención quirúrgica a la que me sometí, deseo dar gracias a Dios y a la Virgen por mi recuperación, pero más que nunca deseo estar junto a los enfermos y de quines les sirven. Cuando se ha experimentado en carne propia lo que significa la enfermedad y sus consecuencias vitales, estás más cerca de los que, por un motivo u otro, sufren de cuerpo o de espíritu.
Así mismo, en este Año de la Fe, Lourdes ha de significar para todos un agradecimiento y valoración de la fe recibida en el bautismo, una comprensión más adecuada de la fe que profesamos y una plegaria para que la Virgen María, la mujer de fe, nos la aumente.
Por ello el lema de la peregrinación es: “Lourdes, una puerta de la fe”.
Ciertamente que la fe es un don gratuito de Dios, pero es responsabilidad nuestra hacerla crecer. Las celebraciones, las plegarias, las actividades, los servicios, la fraternidad que viviremos… nos ayudará a conseguirlo.
En el evangelio de san Marcos hallamos un hombre que presenta a su atormentado hijo a Jesús: “Si puedes ayudarnos, compadécete de nosotros. Jesús le responde: Me dices si puedo ayudaros… Todo es posible para quien cree. Al instante el padre del joven responde: -Creo, pero ayúdame a tener más fe”.
Virgen de Lourdes, en esta peregrinación ayúdanos a tener más fe.
Estad seguros que os tendré presentes a todos en la plegaria y el recuerdo.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona