Mons. Manuel Ureña Tal es el lema que ha elegido este año la Conferencia Episcopal Española para motivar la opción por la formación religiosa en el ámbito escolar. En los próximos días, los padres van a tener la oportunidad de elegir la clase de religión para sus hijos. Se trata de una opción importante ya que, con ella, harán posible que niños y jóvenes sean acompañados en la búsqueda del sentido de la vida, de la verdad y de la felicidad. La enseñanza religiosa escolar es un derecho natural del hombre como ser religioso, pues éste, el hombre, es, ciertamente, un ser religioso por naturaleza. Y la enseñanza religiosa escolar trata de responder a este hecho fundamental, reconocido como derecho humano intangible por muchas declaraciones universales, por convenciones europeas y por nuestra propia Constitución en su artículo 27.
Es de justicia constatar que son muchos los padres que se interesan por la educación integral de sus hijos. Y, así, una mayoría cualificada de las familias españolas opta libremente cada año por la formación religiosa de sus hijos en la escuela. Con ello, la familia se comporta como lo que es: Iglesia doméstica. Y, como tal, la familia es la transmisora de los valores fundamentales, siendo, por tanto, escuela de amor, de humanización y de sociabilidad. Los lazos familiares son elementos claves en la educación de los niños y de los jóvenes. Por eso, la familia es un ámbito obligado y principal de referencia en la educación. En esta alta tarea, los padres no se encuentran solos, sino que están acompañados por los educadores y por la Iglesia diocesana y parroquial.
Consecuentemente, la enseñanza religiosa escolar es un servicio eclesial que nace de la propia naturaleza de la Iglesia, fundada y orientada a la salvación de todos los hombres, y del mandato explícito de Cristo: predicar el Evangelio al mundo entero. La Iglesia ha hecho un esfuerzo muy grande en las últimas décadas por poner a disposición de los padres un profesorado capacitado y unos programas adecuados que permitan el ejercicio del derecho fundamental de padres y de alumnos a una educación de acuerdo con sus propias convicciones (cf. Constitución Española, art. 27.3).
La enseñanza religiosa escolar es la presentación orgánica y sistemática del mensaje y del acontecimiento cristianos en el contexto escolar, en donde el alumno entra en diálogo fecundo con la cultura. Pero esta exposición del cristianismo en la escuela no puede renunciar a situar la Persona y la doctrina de Jesucristo en la base, en el centro y en la cima de la formación religiosa. Así, el niño y el joven empiezan a comprender las bases de la civilización europea en la que el cristianismo ha desempeñado una función indiscutible y determinante. La formación religiosa favorece la maduración personal del alumno y permite a éste apercibirse de que la fe es compatible con las ciencias que va aprendiendo y complementante de éstas. Por otra parte, aporta al alumno motivos para vivir, valores a los que adherirse y orientaciones en su camino vital. En definitiva, presenta a los alumnos “los conocimientos sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana, lo que capacita a la persona para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad” (Benedicto XVI, Discurso a los docentes de religión católica, 25-IV-2009).
Quiero agradecer la entrega desinteresada e incondicional de padres y de profesores al servicio de la educación cristiana porque, éstos, en medio de las circunstancias que actualmente envuelven la vida de los niños y de sus familias, no desfallecen ante las dificultades, sino que las superan con verdadero espíritu cristiano. De forma especial me dirijo a los profesores de religión, que enseñan y anuncian el mensaje de Jesucristo en nombre de la Iglesia. Ellos, con su presencia y con su competencia profesional, muestran el brillo y el fulgor ocultos en la materia que imparten y permiten que sus alumnos puedan robustecer su voluntad y ensanchar su corazón hacia los más grandes ideales. Ellos necesitan el apoyo de la comunidad parroquial a la vez que, con su integración en la misma, ofrecen una garantía más, junto a su preparación teológica y su aptitud pedagógica, para que los padres estén seguros de que sus hijos reciben la educación religiosa que ellos desean y han elegido.
Es importante que los padres se preocupen de que sus hijos conozcan las tradiciones, la cultura y la religión que se encuentran en las raíces de nuestro país. La clase de religión es, además, un momento único en el que se fomentan el respeto y la cercanía al prójimo, tantas veces necesitado de apoyo. Por todo esto, os animo a los padres a renovar vuestra opción por la enseñanza religiosa escolar en el próximo curso, recordando las palabras del papa Benedicto XVI: “Quisiera reiterar a todos los exponentes de la cultura que no han de temer abrirse a la Palabra de Dios; ésta nunca destruye la verdadera cultura, sino que representa un estímulo constante en la búsqueda de expresiones humanas cada vez más apropiadas y significativas” (Verbum Domini, n. 109).
Padres, haced posible con vuestro sí a la clase de religión y de moral católicas que los niños y los jóvenes se acerquen a Jesucristo. Sólo Él, el Señor, es el camino, la verdad y la vida de todo hombre que viene a este mundo.
† Manuel Ureña,
Arzobispo de Zaragoza