Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
El Evangelio de este V Domingo de Pascua nos recuerda lo que realmente debe distinguir a un seguidor de Cristo del quien no lo es. Jesús, antes de morir, reunió a los discípulos y les deja su testamento, aquello que deben vivir si quieren ser discípulos y seguidores suyos, aquello en lo que los demás notarán que son sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado; en esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn 13, 34-35). Trata, pues, su testamento exclusivamente de amor: amarnos unos a otros como Él nos ha amado.
El amor es una palabra que suena bien en los labios y en el corazón del hombre; sin embargo, no es una realidad fácil de vivir en toda su exigencia. Cuando hablamos de amar y de amor nos estamos refiriendo, en primer lugar y antes que nada, al amor a los más cercanos, a los que viven y conviven con nosotros: los amigos, la familia, los vecinos, los de nuestro pueblo o los de nuestra ciudad. Amar al que está lejos es algo que no cuesta, porque no nos topamos con ellos; en cambio, amar a los de cerca, a los que nos encontramos cada día (a aquellos que nos gustaría que fueran como nosotros quisiéramos pero que son como son) eso es más difícil.
Para lograr, de verdad, amar a una persona hemos de estar cerca de ella; además debemos hacerlo cuando las cosas nos sonríen y cuando nos resulta realmente difícil hacerlo porque la situación no es fácil; en los momentos de alegría y en los momentos de tristeza, sabiendo compartir con la persona que amamos su alegría pero también su tristeza y su dolor.
Todos necesitamos amar y ser amados porque el amor da sentido a toda nuestra vida, especialmente a los momentos duros y llenos de dificultad que a veces vivimos; por eso, debemos hacer todo lo posible para que los demás se sientan queridos pues estaremos contribuyendo a lograr su felicidad. Además, jamás debemos dejar de recordar que nosotros necesitamos sentirnos queridos por los demás.
Si esto nos ocurre a nivel humano, mucho más necesitamos saber que Dios nos quiere, saber que para Él nosotros somos importantes y que, además, nos quiere aun cuando nosotros no le correspondamos (incluso cuando pecamos y le ofendemos, Dios no nos guarda rencor sino que nos sigue queriendo). Así es Dios. Él nos ama de tal manera que ha sido capaz de entregar su vida por nosotros; hemos sido rescatados, nos dice San Pablo, no a precio de oro ni de plata sino a precio de la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo, que se ofreció como víctima por nuestros pecados.
Qué bueno es recordar muchas veces a esta sociedad tan necesitada del amor divino: Dios te quiere a ti que eres indiferente a todo lo que te hable de Él; Dios te quiere a ti que no crees en Él; Dios te quiere a ti que un día creíste pero que te has olvidado de Él; Dios te quiere a ti que tratas de serle fiel y vivir de acuerdo con lo que te pide. Dios nos ama hasta la muerte. Y, cuando todas las puertas de la vida se cierran, siempre permanece abierta la ventana del amor de Dios que te espera con los brazos abiertos.
Del mismo modo nos pide que sea también el amor de unos a otros: “como yo os he amado”, sabiendo que cada vez que amamos a los demás le amamos tambiéna Él: “Lo que hicisteis a uno de estos mis pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Nuestro amor a los demás debe tener una prioridad y una preferencia: el amor por los pobres, de la pobreza que sean,porque todo ser humano es pobre y necesita de los demás.
El testamento de Cristo nos resulta fácil de oír, porque lo hemos escuchado muchas veces, pero no siempre fácil de cumplir; sin embargo, precisamente en este amor será la señal por la que se nos conocerá que somos discípulos de Jesús: “en esto conocerán que sois discípulos míos” (Jn 12, 35). Tomémonos en serio el mandamiento nuevo que el Señor nos dejó y hagámoslo vida fijándonos en lo que ha hecho Él con nosotros, que nos amó, sin merecerlo, y nos sigue amando hasta entregar su vida.
Pidamos al Señor, en este Domingo de Pascua, que nos enseñe a valorar su amor y a amar nosotros a los demás como Él lo hace con nosotros. ¡Feliz Domingo!
+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria