Mons. Carlos Escribano Benedicto XVI proponía, en su carta de convocatoria del Año de la Fe, algunos modelos de creyentes que pueden ser estímulo real y concreto para todos nosotros en este Año de gracia. (Cfr. Porta Fidei nº 13). La Madre Teresa de Calcuta es una de esos grandes testigos de la fe que ha llegado, con la sencillez de su testimonio, al corazón de muchos hombres y mujeres de hoy presentándonos la fuerza del evangelio.
Su profunda fe le ayuda a mirar la realidad con los ojos de Dios. Es la fe la que le permite ver a Jesús en la eucaristía y saber que cuando hacemos algo a uno de los más pequeños, a Cristo mismo se lo hacemos. Se siente una privilegiada: está llamada a tocar a Cristo, a tenerle entre sus brazos, a cuidar de Él, porque eso es lo que ocurre cuando sirve a los pobres. Desde el principio de su obra, así se lo enseñará a las jóvenes novicias: “los sacerdotes, en la celebración de la Eucaristía tocan con sus manos el cuerpo de Cristo, y nosotras, a través del trabajo escondido y silencioso con los más pobres de entre los pobres, también lo limpiamos, lo alimentamos, lo abrazamos, lo cuidamos…”. Tal es su convicción personal de que las palabras de Jesús se han hecho realidad: “… a mí me lo hicisteis”. (cf. Mt 25)
Desde el momento en el que la Beata Teresa de Calcuta se siente llamada a fundar las Misioneras de la caridad, entiende que su vocación es saciar la sed de Dios. La fe es la que permite en su momento a Madre Teresa descubrir lo que significa la sed de Cristo. Dios, según su enseñanza, es así como expresa su deseo de ser amado, con la expresión “tengo sed” (Jn 19,28). Dios nos ama muchísimo y tiene sed de que tengamos sed de Él. Por ello, su Hijo se encarna en el seno de María y toma la condición humana; por ello, su vida culmina con la entrega más absoluta: dando su vida en rescate por la nuestra. Y puesto que no es la sed de un hombre cualquiera sino que es la sed del Hijo de Dios, de Aquél que ha unido en su persona la naturaleza divina y la humana, esa sed es infinita, como es infinito su amor, su deseo de entrega, su decisión de salvar al hombre.
El sentimiento que surge en el corazón de la Beata de Calcuta ante la experiencia de la pasión de Cristo, de su sed, le lleva a no soportar el dolor del amado crucificado y a querer paliar en la medida de sus fuerzas esos sufrimientos. La sed de Cristo que suscita su conocido “yo te saciaré” como respuesta, en el fondo es expresión de una experiencia interior de fe y de amor que se concreta en su historia personal y en la historia de las personas a las que sirve, llevándola a una identificación prodigiosa entre Cristo que sufre y los pobres.
La beata Teresa de Calcuta, mujer de vida eminentemente activa, cimienta su servicio a los más pobres en la oración. Esta propuesta puede iluminar nuestra vivencia del Año de la Fe. Así lo recordaba Benedicto XVI en Deus Caritas est: “La oración no escatima la lucha contra la pobreza o la miseria del prójimo. La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello”.(DCE nº 36)
Tenemos una gran oportunidad para conocer más de cerca su obra y su persona, en la magnífica exposición que se puede visitar en la Iglesia del Seminario. Fue organizada por las Misioneras de la Caridad con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid y la ha traído a nuestra diócesis la Delegación de Pastoral Juvenil, con motivo del Año de la Fe. ¡Os animo a visitarla!
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín