Mons. Joan E. Vives Pascua es renovación, porque la Resurrección de Cristo todo lo ilumina, lo trastoca y lo llena de nueva vida. La Resurrección debe entenderse como una nueva creación: «Mira, hago nuevas todas las cosas» (Apo 21,5). Por eso me gustó que recién elegido el Papa Francisco, en el Ángelus de la plaza San Pedro, una mujer llevara una pancarta sencilla, hecha en casa, que decía: «Francisco, eres una nueva primavera para la Iglesia«. El pueblo sencillo ha entendido en seguida los signos del nuevo Papa, y los ama. Es con gozo pascual, pues, que todos estamos acogiendo el pontificado tan sorprendente y renovador, tan lleno de esperanza, del Papa Francisco. Como si de una primavera se tratara. Ya el mismo nombre Francisco y tantos otros gestos de sencillez y autenticidad transparente, nos han dado nuevas perspectivas del servicio humilde del Papa, «siervo de los siervos de Dios», que recalca la misericordia de Dios, el amor a la Cruz, la confesión ardiente de la fe sin mundanidad, la austeridad fruto del amor a la pobreza y a los pobres…
Dentro del Año de la fe, la renuncia de Benedicto XVI, y la elección del nuevo Obispo de Roma, Francisco, nos llevan a acoger su llamada a la fe en Cristo: «Si no profesamos a Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa, no en la esposa del Señor… Cuando no se proclama a Cristo, se proclama la mundanidad del diablo… Cuando caminamos, edificamos y confesamos sin la cruz no somos discípulos del Señor». En este domingo pascual de la Divina Misericordia destaco dos insistencias del primer Magisterio del Papa Francisco:
• «Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin Él, Pedro y la Iglesia no existirían ni tendrían razón de ser». Y citando a su predecesor, Benedicto XVI, nos recordó que es Dios quien guía la comunidad cristiana. «En todo lo que ha sucedido, el protagonista, en un último análisis, es el Espíritu Santo». Para el Papa, es el Espíritu Defensor el que está detrás de los dos acontecimientos que han sorprendido a los católicos y al resto del mundo en esta Cuaresma, camino de la Pascua: la renuncia de Benedicto XVI y su propia elección. Necesitamos mantenernos abiertos a la fe y, con docilidad obediente, acoger los signos de los tiempos que Dios nos envía a través de este nuevo Santo Padre.
• Otra insistencia del Papa, que nos dio, como saliéndole del corazón y de sus más profundas convicciones: «¡Ah, cómo quisiera yo una Iglesia pobre y para los pobres!». Y nos explicó que eligió el nombre de Francisco –que tanto ha gustado a todo el mundo– habiendo escuchado la llamada: «No te olvides de los pobres». Servir a los pobres, construir la paz y respetar la creación divina. Desde aquí debemos interpretar la reforma eclesial que quiere emprender el nuevo Papa, y que Benedicto XVI y los Cardenales le han encomendado. Ayudémosle con nuestra oración y con nuestra conversión.
Fe confesante en Cristo y conversión a los pobres. Son las claves para una nueva primavera de la Iglesia, una nueva reforma franciscana. Una vez más el Espíritu Santo la rejuvenece y la envía, con la vida nueva del Resucitado, la frescura del Evangelio y las obras de amor que el mismo Espíritu le pone en sus manos. La Cuaresma y la Pascua de 2013 las recordaremos siempre, porque el Espíritu Santo reorientó con valentía y novedad a su Iglesia, para que se renovara y diera los frutos de fe que Dios espera.
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell