Mons. Francesc Pardo i Artigas Algo inesperado ha sucedido en Jerusalén que ha sorprendido a los seguidores de Jesús y ha preocupado, y mucho, a las autoridades. En primer lugar, las mujeres del círculo más próximo a Jesús, después Pedro y Juan, y también la mayoría de los llamados apóstoles, dicen que el crucificado está vivo, que ha resucitado y que lo han visto, escuchado y que incluso ha comido ante ellos. Informadores anónimos próximos a las autoridades nos han explicado que cuando les comentaron la desaparición del cuerpo del crucificado de la tumba, que mantenían bajo custodia, conminaron a los guardias para que divulgasen que eran los discípulos quienes habían robado el cuerpo.
Dicha explicación debería ser comprobada, porque parece imposible que los más próximos a Jesús –que, según nuestras noticias, le habían abandonado y se habían dispersado- se atrevan ahora a proclamarlo a sabiendas de que las autoridades judías irán a capturarlos pudiendo sucederles lo mismo que a su maestro.
He intentado, conectar con alguien del círculo íntimo de Jesús, y ésta ha sido su respuesta: “No sabemos exactamente que ha sucedido, pero en primer lugar el cuerpo de Jesús no estaba en el sepulcro, y después algunos de nosotros reunidos en el cenáculo lo hemos visto con nuestros propios ojos. Estamos seguros que era el mismo Jesús, pero manifestando una vida difícil de describir. Tanto es así que hemos de hablar de resurrección, de exaltación, de glorificación. De hecho, ya lo habían dicho unas mujeres que habían acudido al sepulcro para completar el proceso de darle sepultura, pero no nos lo acabábamos de creer hasta que lo hemos visto con nuestros propios ojos. Hemos hablado con él, le hemos escuchado, ha comido ante nosotros y después hemos dejado de verle. También les ha sucedido algo semejante a dos de los nuestros que marchaban hacia Emaús. Nos han comentado que después de andar con ellos y de hablarles sobre el hecho de que el mesías había de sufrir, lo reconocieron cuando en la mesa les partió el pan. Ahora nosotros ya no podemos callar, hemos de explicar a todos lo que ha pasado”.
Tras escuchar este y otros testimonios, debemos preguntarnos sobre quien es Jesús verdaderamente, sus pretensiones, sus enseñanzas… Si Jesús ha resucitado algo nuevo repercute en cada uno de nosotros y en todas las personas.
Han transcurrido muchos siglos desde que un imaginario corresponsal en Jerusalén enviase a Roma una crónica semejante. Pero la pregunta sigue vigente: “¿Crees verdaderamente qué Jesús ha resucitado?”.
Nosotros esperábamos que, sobretodo después del Concilio y del gran esfuerzo de su aplicación, una Iglesia más evangélica, que nuestras parroquias serían muy vivas, les celebraciones concurridas, que los jóvenes seguirían entusiasmados, que surgirían vocaciones al ministerio. Y nos encontramos como los primeros apóstoles y discípulos: Desconcertados, desorientados, dispersados…
Es cierto que, cuando el pecado, el mal, el fracaso… nos hunden, perdemos la esperanza.
Cuando chocamos con dificultades para comunicar el Evangelio, dudamos de su fuerza.
Cuando los hechos muestran en muchos momentos que no hay nada que hacer, pensamos que este mundo no tiene solución.
Cuando ya no nos atrevemos a decir nada sobre Jesús porque parece que nadie nos escucha, tenemos la tentación de cambiar la Buena Noticia de la resurrección y de la vida únicamente por un compromiso ético, unos valores ciertamente evangélicos, pero faltos de fundamento.
Cuando pensamos que la vida cristiana no tiene futuro, que cada vez somos menos, que para mucha gente aparentemente no tiene importancia alguna, y por tanto que para muchos Jesús está muerto y enterrado…
Cuando parece que la muerte y sus amigos ganan, y no la vida…
Por todo ello y por otras muchas razones, nos hace falta hoy más que nunca vivir la Resurrección.
¡Cristo ha resucitado! ¡Lo creemos, lo celebramos y lo vivimos! ¡No tengamos miedo!
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona