Mons. Julián López Queridos diocesanos:
Mañana es Domingo de Ramos y dentro de ocho días Pascua Florida. Un año más nos disponemos a celebrar la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La Semana Santa tiene un gran arraigo social como puesta en escena en las calles y plazas, de los acontecimientos en los que culminó la vida terrena de nuestro Redentor. Posee desde tiempos muy remotos una gran dignidad y una sublime belleza. Tiene tradición, la tradición viva de un pueblo que tiende a identificarse con estas manifestaciones y que descubre en ellas sus raíces y sus señas de identidad, como ocurre con tantas costumbres y formas populares y festivas, la mayoría de carácter religioso ligadas a la Navidad, a la Cuaresma y al tiempo de Pascua, que son de sobra conocidas y que han revivido en los últimos años.
Pero la Semana Santa es mucho más que el fenómeno que ocupa unos días del calendario. Y aquí hay que mencionar la fe cristiana, el sentimiento religioso, la pertenencia familiar a esta o a aquella cofradía, algunas prácticas piadosas antes, durante o después de las procesiones, la devoción a determinadas imágenes. Naturalmente, para que todo esto no quede en la superficie y se evapore como una emoción instantánea, es preciso entrar en las iglesias y participar con los demás feligreses en los principales actos litúrgicos propios de estos días, especialmente en la Misa de la Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo, la adoración de la Cruz el Viernes, la gran vigilia pascual en la noche del Sábado y la Misa del domingo de Pascua. En estas celebraciones es donde verdaderamente se realiza y se comparte aquello que nuestras procesiones y pasos “escenifican” en nuestras ciudades y pueblos. Por eso conviene recuperar también la obligación, muy tenida en cuenta en tiempos pasados, de la confesión sacramental al menos una vez año y de la comunión por Pascua, que en España se podía hacer incluso hasta el domingo de la Santísima Trinidad.
En la Semana Santa se actualizan las creencias vivas de un pueblo que ha sabido hacer propio el gran patrimonio cristiano de alcance universal que es la fe en Jesucristo muerto y resucitado. Esta es la tradición por excelencia y universal de la Semana Santa, el alma que en contacto con la idiosincrasia y el genio cultural de cada pueblo, ha generado toda una serie de tradiciones locales de alcance particular en las que se refleja y se revive el mismo y único misterio de nuestra redención.
Con el mayor respeto hacia las personas que no comparten hoy la fe cristiana pero que acuden al reclamo de la Semana Santa, es preciso apreciar también el interés que ponen en el reencuentro con estas tradiciones y en la vivencia de realidades muy valiosas e igualmente entrañables como la evocación de la infancia o el recuerdo de los que se fueron para siempre. Sencillamente, la Semana Santa es un momento privilegiado para que todos seamos nosotros mismos en paz y cordialmente. Feliz Pascua Florida.
+ Julián López
Obispo de León