Mons. J. Leonardo Lemos ¡Queridísimos fieles de la Iglesia en Ourense!
Hace unos días me reuní con un grupo de sacerdotes, representantes de
diferentes instituciones de la ciudad, con los responsables de las cofradías y
fraternidades, así como con algunos miembros pertenecientes a grupos y
movimientos seglares. La finalidad del encuentro era preparar juntos la
Semana Santa, de manera especial quería invitarles a ¡salir a la calle!; es
decir, hacer presentes en nuestras calles la belleza de los misterios que
celebramos en nuestros templos.
Cuando me disponía a escribiros esta carta me encontré con una
exhortación del Papa Francisco que, siendo todavía cardenal-arzobispo de
Buenos Aires, les escribía a los diocesanos, también para preparar esta
Semana Santa de 2013, lo siguiente:
“Hace años que todos trabajamos por lograr que la Iglesia esté en la
calle tratando que se manifieste más la presencia de Jesús vivo. Es el
esfuerzo de vivir aquello que rezamos tantas veces en la Misa “que todos
los miembros de la Iglesia sepamos discernir los signos de los tiempos y
crezcamos en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir
en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de
los hombres, y así les mostremos el camino de la salvación”. En mayor o
menor medida muchas comunidades aceptaron ese desafío. (…) Todos
sabemos que la realidad de nuestras parroquias resulta acotada en
relación a la cantidad de personas que hay y a las que no llegamos. La
Iglesia que nos llama constantemente a una nueva evangelización nos pide
poner gestos concretos que manifiesten la unción que hemos recibido. La
permanencia en la unción se define en el caminar y en el hacer. Un hacer
que no sólo son hechos sino un estilo que busca y desea poder participar
del estilo de Jesús. El “hacerse todo a todos para ganar a algunos para
Cristo” va por este lado.” Proseguía el que ahora es nuestro Papa: “Salir, compartir y anunciar, sin lugar a dudas, exige una ascesis de renuncia que es la parte de la conversión pastoral. El miedo o el cansancio nos pueden jugar una mala pasada, llevándonos a que nos quedemos con lo ya conocido que no ofrece dificultades, nos da una escenografía parcial de la realidad y nos deja
tranquilos. Otras veces podemos caer en el encierro perfeccionista que nos
aísla de los otros con excusas tales como: “Tengo mucho trabajo”, “no
tengo gente”, “si hacemos esto o aquello ¿quién hace las cosas de la
parroquia?”, etc. (…) La vida de nuestros fieles se renueva cuando
experimentan la belleza y alegría de acercarse a los hermanos para
compartir la fe”.
Os invito, pues, a que salgáis a las calles y acompañéis los pasos de
Semana Santa, ¡es una forma de evangelizar! A través de la belleza plástica
de las imágenes que reflejan instantes concretos de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor, ¡estamos evangelizando!; por medio de la
participación activa y bien coordinada en las procesiones damos testimonio
de nuestra fe, una fe que, imbricada en la cultura y en el arte de esta ciudad,
hace que nuestros conciudadanos se asomen al misterio redentor de un Dios
que por amor a toda la humanidad, ¡a todos!, se entregó en el Misterio
redentor de la Cruz.
Es necesario salir a las calles, porque también en y por ellas
transcurren nuestras vidas y quehaceres cotidianos. También en medio de
ellas tenemos que convertirnos en testigos vivos y valientes de un Cristo
vivo.
Las puertas de nuestros templos no sólo se abren para que los que
quieran puedan entrar, sino que están abiertas para que salgamos fuera y
nos acerquemos a aquellos conciudadanos que se han alejado de nuestras
iglesias, que no entran ni para rezar, que rechazan todo lo eclesial como un
producto trasnochado y sin valor que hay que erradicar del entramado
social porque es nocivo para las nuevas generaciones. “Lo cristiano”
quieren convertirlo en algo que hay que tolerar pero que conviene tener
bien controlado dentro de las fronteras de los templos. ¡No! En una
sociedad auténticamente libre y democrática, también las calles son
nuestras, porque como ciudadanos iguales a los demás, sin buscar ni
pretender privilegios, en y por ellas se despliegan todas las actividades que
realizamos.
Os invito, pues, a que participéis en la Procesión del Domingo de
Ramos –la de la Borriquilla- y asistáis a la Eucaristía de ese día de fiesta en la Catedral. Que no falte vuestra presencia en la procesión del Viernes
Santo, que es una expresión externa de nuestra fe en Aquél que pasa por su
pasión y muerte como camino redentor de toda la humanidad. Estas
manifestaciones de piedad concluyen con la procesión de Santa María Nai,
patrona de esta Diócesis y de la ciudad, que, Dios mediante, celebraremos
el Domingo de Pascua.
Os invito a que de meros espectadores os convirtáis en actores
principales de estos momentos de nuestra fe. Como siempre, deseo pediros
que recéis por mí y por esta Iglesia que peregrina en la fe por estas nobles
tierras de Ourense.
Os bendice con afecto
+J. Leonardo Lemos Montanet
Bispo de Ourense