Mons. Juan José Omella Se acercó un día un estudiante y le dijo a Dios:
– “Señor, cuando termine la carrera marcharé al tercer mundo para servir a los pobres y servirte a ti en ellos”
– – Pues vete hoy mismo a encargar el billete de avión, le dijo el Señor.
– -“Pero si todavía me falta más de un año para acabar la carrera”, dijo el joven.
– -Por eso mismo debes tomar precauciones, para no echarte atrás en su día.
Debes, pues, además del billete, encargar tu pasaporte, visitar la embajada del país escogido para enterarte del tipo de visado que deberás solicitar y las dificultades que puedas tener para conseguirlo. Y el primer día que vayas a Andorra aprovisiónate de pastillas para la malaria, que sale más barata si la compras allí.
– “Señor, pero ¿para qué tanta prisa si me falta tanto tiempo?”.
– -Mira chico, te hablo así porque he conocido a muchos jóvenes generosos que tenían bellos proyectos, encantadores ensueños de futuro, ilusiones simpatiquísimas, y llegado el momento de ponerlo todo en práctica, la consideración de que les faltaba preparación técnica, las solicitudes familiares, los nacionalismos acuciantes, las situaciones políticas adversas, han echado al traste todos los proyectos por tanto tiempo acumulados. Tú, en cambio, si tomas estas precauciones, a lo mejor no tienes otro motivo inmediato para irte que aprovechar todo el capital invertido, no echar a perder todas las gestiones hechas y no desperdiciar todas las influencias personales conseguidas. Recuérdalo bien: “Todo aquel que pone la mano en el arado y mira atrás, no es digno del reino de los cielos”.
–
Y el joven, convencido de lo que le había dicho el Maestro, se fue aquel mismo verano a matricularse en un curso de leprología dirigido a interesados en el servicio al tercer mundo.
Cuántas veces el secreto de la humildad y la eficacia está en saber jugar y reírse de uno mismo .
Muchos jóvenes han oído en su corazón la llamada de Dios para ser sacerdotes, pero lo han ido dejando y luego ya no se acuerdan de esa llamada o no saben cómo emprender el camino del sacerdocio. San Pablo escuchó la llamada del Señor, le llevó por caminos que nunca había imaginado, gozó mucho siguiéndole, pero también pasó por muchas penalidades y sufrimientos; sin embargo, no perdió la paz y la alegría y pudo pronunciar esta frase que le salió del hondón de su corazón: “Sé de quién me he fiado”. En esas palabras queda reflejado cómo el Señor le había seducido, agarrado por dentro, de tal manera que ya nada ni nadie podía llenar su vida de paz y de felicidad.
Puedo decir, sin equivocarme, que esa es la experiencia de la gran mayoría de los sacerdotes. Saben de quién se han fiado y siguen felices a Cristo en el servicio a la comunidad cristiana.
Queridos cristianos, rezad para que no nos falten sacerdotes seducidos por el Señor y dispuestos a entregar sus vidas a Él en el servicio a las comunidades cristianas. Rezad por nuestros seminaristas.
Queridos jóvenes, no tengáis miedo en responder a la llamada del Señor. Si os fiáis de Él seréis felices, os lo aseguro.
Con mi afecto y bendición,
+ Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño