Bienvenido Santo Padre Francisco
La Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y su obra educativa, el CEU, saludan con alegría al Papa Francisco I, dando gracias a Dios por su rápida elección y sumándose a todos los que en el mundo entero forman la Iglesia Católica. Al igual que han hecho a lo largo de sus más de cien años de historia, los propagandistas se ponen de nuevo a disposición del sucesor de Pedro. Al fin y al cabo, la ACdP nació en 1908 de la mano del padre jesuita Ángel Ayala, por indicación del Papa San Pío X y, década a década, obra a obra, ha mantenido su obediencia filial al Santo Padre y la atención permanente a su magisterio, en comunión con los Obispos.
Los Cardenales, inspirados por el Espíritu Santo en el cónclave, han sabido ver en Jorge Mario Bergoglio, hasta ahora Cardenal-Arzobispo de Buenos Aires (Argentina), a la persona indicada para guiar a la Cristiandad en los próximos años. Una tarea que no va a ser fácil en el momento actual, como tampoco lo ha sido a lo largo de la historia. No hay que olvidar que los sucesivos Pontífices han tenido que enfrentarse durante más de veinte siglos a mil y un problemas internos y externos: a cismas y concilios, a guerras mundiales y ascensiones y caídas de regímenes. A lo largo de las décadas, la Iglesia, edificada en roca, se ha mantenido firme y fiel al mensaje de Jesucristo y a su misión.
Si siempre resulta emocionante contemplar la fumata blanca y oír el «habemus Papam» en la Plaza de San Pedro, no lo ha sido menos en esta ocasión escuchar el mensaje del Santo Padre -el primer Pontífice hispanoamericano, y jesuita- dirigido a los corazones de todos los fieles desde el balcón central de la basílica, rogándonos, con enorme humildad, que pidamos a Dios que le bendiga en su nuevo camino, que debe ser de amor y hermandad.
Plenamente consciente de la enorme responsabilidad que recae sobre sus hombros, estamos seguros de que a este Papa, de profunda espiritualidad ignaciana, le conforta saber que cuenta con la oración y la ayuda de la Iglesia Universal en su ingente y trascendental tarea pero, sobre todo y antes que nada, con la del Señor, sabedor Su Santidad Francisco I, como el Apóstol San Pablo, de que «todo lo puede en Aquel que le conforta». Dios le bendiga.