Mons. Francesc Pardo i Artigas Recuerdo como si fuera hoy el día de mi ordenación presbiteral en la basílica de Santa María de Vilafranca del Penedès. Cuando te llaman por tu nombre respondes: “¡Estoy aquí!”. Es decir, “estoy dispuesto”. Después se cantan las largas letanías de los santos mientras estás tumbado sobre el suelo. En aquel momento pasa tu vida a toda velocidad –justo hasta aquel momento- por tu memoria, y te das cuenta que has dicho, “estoy aquí” porque en otros muchos momentos también lo has dicho. También porque te das cuenta que muchas personas te han ayudado en este “estoy aquí”, a estar disponible a la llamada de la Iglesia para identificarte con Jesucristo sacerdote, pastor y guía por medio de la imposición de las manos y la plegaria del Obispo, sucesor de los apóstoles.
Hoy, un grupo de siete jóvenes también se están preparando en nuestro seminario para poder decir “estoy aquí”. Por ello, durante el proceso de formación, con frecuencia han de repetir este “estoy aquí” con relación a su vida espiritual, a su formación académica y teológica, a su colaboración pastoral en las parroquias y otras instancias pastorales, al magisterio del obispo y de los formadores, a la convivencia entre ellos y los sacerdotes con los que formarán un único presbiterio, siempre atentos a reconocer las necesidades de las personas y a compartir con ellas sus gozos y alegrías.
Pero, al mismo tiempo, necesitan que les animemos, les sostengamos y ayudemos a decir “estoy aquí” cada día, preparándose para el definitivo. Debemos hacerlo por medio de la plegaria, la valoración del ministerio, acogiéndoles si tenemos ocasión para ello, y la colaboración económica al sostenimiento del seminario. La mayoría de estos jóvenes no pueden trabajar porque han de dedicarse al estudio y a la formación. Pero los recursos personales y familiares son insuficientes, y necesitan la ayuda de toda la diócesis.
He pensado también en todas aquellas personas que me ayudaron a decir “si” y a prepararme para estar disponible para la ordenación. Deseo que muchos jóvenes de ahora hallen también estas personas, que sois vosotros.
El primero que me formuló esta pregunta fue un venerable sacerdote cuando yo era monaguillo mayor: ¿Por qué no te haces sacerdote? Le respondí que no, que me gustaban las niñas y temía tener que marcharme del pueblo. D. Elías se hacía el sordo y me decía que, cuando fuese sacerdote me regalaría una Mobylette, una motocicleta con un pequeño motor.
Antes aprendí a rezar en casa, en la iglesia, en la escuela, y hacía de monaguillo, ayudando al sacerdote durante la Misa, pese a que no entendía apenas el latín.
Fue otro sacerdote, que murió muy joven victima de un accidente de tráfico, quien me llevó al seminario. El día de su entierro me comprometí a recoger su antorcha.
Si no proponemos el proyecto del ministerio a los jóvenes, difícilmente se les ocurrirá pensar en ello. No hagamos caso de la primera respuesta de rechazo: es normal. Debemos ayudar a que se formulen la pregunta muchas veces: ¿porqué no sacerdote?
Sacerdotes, padres, catequistas… no dimitáis de esta responsabilidad. Con frecuencia animamos a los jóvenes para que cursen algunas carreras, pero pocas veces –seamos sinceros- les proponemos la posibilidad de ser sacerdotes. Tal vez dudemos si tal opción les haga felices, que puedan realizar su vida. Más bien pensamos que se hallarán con dificultades, que no serán bien aceptados por la sociedad, que no podrán formar una familia, que no podrán amar, que su trabajo no será eficaz…Debemos decir que es justo lo contrario: podrán amar más que nadie y a todos, tendrán muchas más familias, serán del todo necesarios y queridos, aunque tal vez no se lo digan hasta el día en que les trasladen de parroquia o cuando mueran. Pero, por encima de todo serán felices de una forma que es muy difícil de explicar porque harán presente a Jesucristo en la vida de mucha gente. Únicamente él es la auténtica alegría.
Al mismo tiempo, se darán cuenta de que la misión del sacerdote es insustituible para ayudar a forjar unos pueblos y ciudades cimentadas en la fraternidad, la justicia y la libertad. También hay momentos de cruz, pero entonces tendrán a Jesús, que les acompaña y fortalece, y también “muchos cirineos” que les ayudarán a llevarla. Joven, ¿quieres ser sacerdote?
Tú que me lees, ¿quieres ayudar a que lo sea?
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona