Mons. Carlos Escribano En el mensaje preparado para la Cuaresma de este Año de la Fe, nuestro querido Benedicto XVI, hoy Papa emérito, nos animaba a considerar la estrecha relación que hay entre la fe y la caridad. En este Año de la Fe, en el que estamos llamados a redescubrir la grandeza y belleza de nuestra fe y la alegría de trasmitirla a los demás, es importante caer en la cuenta que nuestra fe en Dios, nos lleva por la acción del Espíritu Santo al amor. Un amor que se concreta en un camino de entrega a Dios y a los demás. En este sentido, el mismo título del mensaje es muy sugerente: “creer en la caridad suscita caridad”.
La beata Teresa de Calcuta expresaba esta misma idea con una conocidísima oración, que os animo a descubrir como programa de vida para este tiempo de conversión. Decía: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; es fruto de la fe es el amor y el fruto del amor es el servicio”. La fe que hemos recibido como don, nos sitúa delante del Señor Jesús. Y nos hace descubrirnos muy cercanos a Cristo, conquistados por Él, y nos sentimos movidos por su amor. Se crea en nosotros la conciencia de que “el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios” (Mensaje para la Cuaresma 2013). Entonces, la fe genera en nosotros una apertura de corazón que nos mueve a servir a nuestros hermanos y en especial a los que más sufren.
En su mensaje, Benedicto XVI recuerda la estrecha relación que hay entre la fe y la caridad de una forma sugerente y profunda: “La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30)”.
La cuaresma de este año, se puede convertir en un momento de conversión que nos incite a salir al encuentro de las personas que sufren en medio de esta terrible crisis que estamos padeciendo. Y hacerlo desde una fe renovada que no nos permite, en conciencia y desde el corazón, obrar de un modo distinto. Lo recordaba el propio Benedicto XVI en su primera y preciosa carta encíclica, Deus Caritas Est, dirigiéndose a los colaboradores de las Cáritas:“Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una «formación del corazón»: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6)”
Son muchos las personas que necesitan nuestra atención. Es mucho el sufrimiento que esta interpelando a nuestra fe. Por eso, es importante que en esta cuaresma del Año de la Fe, tiempo de gracia y conversión, seamos capaces de dejarnos mover por el Espíritu y salir de verdad al encuentro de nuestros hermanos con solicitud y generosidad.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín