Mons. Joan E. Vives La Cuaresma que hemos iniciado el miércoles pasado con la imposición de la ceniza, nos lleva hacia un horizonte de apertura profunda a Dios y al prójimo, para celebrar con fruto la Pascua de Cristo. Su muerte y resurrección, el núcleo de la fe, siguen dando vida a la humanidad. Es el misterio que la Iglesia conoce y anuncia con gozo y respeto, desde el amanecer del primer domingo de la resurrección de su Señor, y es la fuente de toda caridad.
El mensaje para la Cuaresma 2013 del Papa Benedicto XVI, conectado con el Año de la Fe, nos ayuda a prepararnos para la Pascua teniendo como punto de referencia la fe y el amor. La Cuaresma es siempre un momento propicio para la conversión a Dios y para abrir nuestro corazón a los hermanos más necesitados, compartiendo con ellos lo que es nuestro. El mensaje que Benedicto XVI nos propone es muy alentador: «Creer en la caridad suscita caridad. ‘Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él‘ (1Jo 4,16)», y profundiza en la relación entre la fe y el amor. Se subdivide en cuatro puntos: «la fe como respuesta al amor de Dios», «la caridad como vida en la fe», «el lazo indisoluble entre fe y caridad», y «prioridad de la fe, primado de la caridad».
El amor no es sólo un «mandamiento» del Señor –»Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34)–, sino la respuesta al don del amor de Dios. El ‘sí’ de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que ha de llenar toda nuestra existencia y tiene que darle pleno sentido. Dice Benedicto XVI: «con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad». También advierte que «para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista», y después señala que «la existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este amor, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios». La ‘caridad’ no se limita a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria, sino que la mayor obra de caridad es la evangelización. «Todo parte del amor y tiende al amor».
En el contexto del Año de la Fe conviene recordar que la fe y la caridad son dos caras de la misma moneda, es decir nuestra pertenencia a Cristo. Y la conversión que debe representar el Año de fe para todos, debe comportar más fe, claro, pero sobre todo más amor. En esta fase histórica en la que es difícil para las personas reconocer y encontrar un camino hacia el futuro, la palabra del Papa presenta una propuesta unitaria, un camino de vida donde la acogida de Dios engendra la acogida del otro en todas sus dimensiones, expresiones y exigencias, y así la Iglesia puede ser faro luminoso para una humanidad renovada y contribuir a la construcción de la «civilización del amor«.
Pidamos que Dios infunda en nosotros la caridad, y que el Espíritu Santo nos haga participar de la abnegación propia de Jesús: filial hacia el Padre y fraterna hacia toda persona que nos necesite.
+Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell