Mons. José Manuel Lorca Pido vuestra atención para dejar que la primera lectura cale hondo en vuestro ser. Habla de la vocación del profeta y de lo que significa. Hablamos de quien ha sido llamado por Dios y revestido de autoridad para que hable a los hombres y los instruya; ha recibido la fuerza del Espíritu Santo, el coraje y la valentía de decir a todos, incluso en situaciones adversas, la Voluntad de Dios. El origen de la vocación profética está en Dios y expresamente dice que a quien no le escuche lo que diga, en el nombre del Señor, le pedirá cuentas. El profetismo no muere, su misión es siempre joven y nueva, porque nace del corazón misericordioso de Dios.
En el Evangelio, Jesús hace una presentación de su ministerio profético en la sinagoga de su pueblo y les dijo: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír…» Les dijo mucho en pocas palabras y sus paisanos pasaron de la admiración a la persecución. No es la primera vez que primero aclaman a Jesús, para pedir su muerte después, como otro domingo de Ramos; más aún, llegaron a ser osados y prepotentes, hasta el reto, como diciéndole al Señor: Haznos a nosotros lo que oímos que haces por ahí, a ver si te atreves… También le dijeron eso mismo estando clavado en la cruz: «¡Venga, demuéstranos que eres poderoso y baja!» El corazón del que no reconoce a Dios no tiene piedad, se incapacita para verle. Por esta razón el salmo y la segunda lectura da pistas para nuestro obrar: siempre desde el amor.
Así actuó Jesús, como un verdadero profeta, no se inmuta ante la insolencia, no le afecta la presión, no teme las insolencias de los poderosos; guarda silencio, siempre está en su sitio… “Dios no se muda”. La lección de Jesús es magistral, nos descubre que el pecado del hombre es creerse superior a Dios, pero al final sólo su corazón termina herido, por eso el hombre no entiende por qué Dios escucha a la viuda de Serepta o a Naamán, el sirio…
El Evangelio termina con una escena dramática, no menos de lo que fuera la vida pública de Jesús: El les anuncia la Verdad, les enseña el camino del Reino…, pero la tiniebla no aguanta la luz, y quisieron despeñarle. Pero Dios, sin palabras, vuelve a hablar: Se abrió paso entre ellos y se alejaba.
+José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena